De izquierda a derecha, Marilena Fiol, Airam Alcaraz y Mabel Gil posan para este diario. | M. À. Cañellas

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«Pensaba que había una cámara oculta, que era como el show de Truman». Esta fue la primera reacción de Marilena Fiol cuando le dijeron que era adoptada y que sus dos hermanas biológicas, de las que desconocía su existencia, querían conocerla. Recibió la noticia un viernes y pasó todo el fin de semana leyendo la documentación de su caso, «buscando un error para decir que no era verdad, porque no quería que lo fuera», confiesa. «¿Cómo aceptas que te han engañado durante 52 años?», se pregunta, porque era la única de Alaró, donde se crió y continúa viviendo, que no sabía que sus padres la habían adoptado. Seis años después de haberlas conocido, sentada en una sala de este diario, mira a Airam Alcaraz y Mabel Gil con profundo cariño mientras cuentan cómo es descubrir con cincuenta años que tienes hermanas y una nueva gran familia.

«Imagínate la sensación; te llaman a casa y te dicen que han encontrado una hermana tuya, fue alucinante», recuerda Airam, la única de las tres a la que sus padres le contaron de pequeña que había sido adoptada en Palma. De hecho, fue su propia madre que, con «todo su amor y generosidad me animó a buscar si tenía familia», dice. «Yo no quería, pero insistió tanto que acabé yendo a preguntar al Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS)», explica Airam, que creció en Barcelona, donde continúa viviendo. Al comentar su lugar de procedencia, destaca la «coincidencia» de que las tres fueran adoptadas «en los Països Catalans», porque Mabel es de Valencia. Triangle del Mediterrani, añade Marilena, y Mabel aclara, entre risas, que ella es de la Comunitat Valenciana. «De política mejor no hablamos», añade a carcajadas.

Tras abrir su expediente en el IMAS, en 2006, Airam fue recibiendo llamadas a lo largo de los años hasta que, en 2016, le comunicaron que habían encontrado a Mabel. Tres días después le hablaron de Marilena. «Fue increíble asimilar que tenía hermanas, sobrinas y cuñados», comenta. A los pocos días se reunieron las tres un sábado en el IMAS, en Palma. «Al verla, mi marido Antonio y yo, nos dijimos: ¡Qué rubia y qué alta! Y su marido, que también la acompañaba, igual. Debe de ser extranjero, comentamos». Así rememora Mabel la primera vez que vio a Airam, que vivió en Alemania y está casada con un alemán. «Pasé unos nervios enormes, realmente fue recibir un premio», reconoce.

Airam aclara que antes de conocerlas estuvo media hora con los responsables del IMAS, sabiendo que sus dos hermanas estaban en el piso de abajo. «La media hora más larga de mi vida», asegura, y Mabel la interrumpe diciendo que parecía «un león enjaulado». «Era febrero, pero estaba tan nerviosa que abría la ventana», recuerda. Cuando Airam empezó a bajar las escaleras, de repente, sin ver quién era, «Mabel se me abraza», dice, y al momento se unió Marilena. «Estuvimos un buen rato abrazadas sin habernos visto, tuvimos que separarnos para ver cómo éramos», precisa Airam. Marilena era la única que fue al encuentro pensando en conocerlas para después irse «cada una a su casa», reconoce. Pero la cosa fue muy diferente. El día del encuentro comieron, cenaron y acabaron tomando unas copas por Palma hasta la madrugada.

Casualidades de la vida, cuando los miembros del IMAS que fueron a avisar a Marilena de que sus hermanas la buscaban, ella trabajaba en la misma institución. Tuvo una semana para digerir la noticia y decírselo a su madre. «Sentí odio por habérmelo ocultado y a la vez amor por haberme cuidarme tanto», explica. Pasó un día libre con su madre y le soltó que sabía que era adoptada, pero que necesitaba que ella se lo dijera. «No quiso conocer a mis hermanas; quedó triste por todo», señala.

La ausencia de Víctor

Mabel Gil creció en Valencia y no le dijeron que era adoptada, pero con siete años ya sospechaba. «Veía que no nos parecíamos y lo soltaba, pero mi madre no respondía», rememora, y menciona que a sus padres siempre los conoció divorciados y que se crió en una familia «rota». Ya de adolescente un amigo de su primo le acabó confirmando que era adoptada, y asegura que «monté la de Dios» en casa.

Su caso es especial, porque en su DNI pone que nació el 28 de agosto de 1965, pero la fecha real es el 11 del mismo mes. «Todo amañado», lamenta. «Mis padres me admitieron que había nacido en Palma, pero que no recordaban nada de la adopción», dice, y confiesa emocionada que a su padre nunca le dijo que conoció a sus hermanas porque la relación era muy mala.

Cuando empezó el escándalo de los bebés robados, leyó sobre el tema y contactó con el IMAS en 2013. Tres años después se juntarían. «Nos podríamos haber conocido hace 40 años; hubiéramos ganado mucho tiempo», lamenta, aunque lo intentan remediar viéndose cada año. Además de ellas tres, tenían un hermano mayor, Víctor Manuel, que murió joven. De la madre biológica de las hermanas, supieron que había fallecido en una residencia de Madrid. Mabel, que dice ser la más «detective», llegó a ir hasta Orihuela, de donde era oriunda. Allí conoció a dos primas hermanas de la madre que le sirvieron para saber dónde había muerto. Por lo que pudo averiguar, cuando era joven debió de pasar algo fuerte y seguramente la echaron de casa por ese motivo. El tío biológico no quiso saber nada, quizás porque creía que reclamarían una herencia, especula Mabel. Lo importante, dicen las tres, es la familia que han ganado.