Jaume Canet posa con sus sandalias y delantal en su taller, en Felanitx. | Pilar Pellicer

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La luz de la mañana aparece con fuerza en una calle muy silenciosa y estrecha en el corazón de Felanitx. Es un día caluroso de agosto y un ojo de hierro en una puerta maciza vaticina que la locura está en el interior. Es la cueva en la que habita Jaume Canet (Felanitx, 1966). Es herrero desde que tenía 16 años y también artista. «Iba para contable pero preferí el canuto», bromea mientras prepara un café para dos y unas tostadas con huevos sacados de su humilde gallinero.

Su casa es un universo de creación. En las paredes cuelgan carteles de las exposiciones en las que ha participado, pinturas, referencias de la cultura balear y un retrato de Miquel Barceló firmado por Miquel Barceló. A Jaume Canet le conoce todo el mundo pero poco hablan de él. Quien fuera al Día del Orgullo, en Palma, le recordará por acudir con su fiel delantal. Y ya.

«Yo viví los últimos coletazos de la artesanía en Mallorca. Yo soy un artesano. El oficio me lo enseñaron auténticos herreros cuando era muy joven», explica. A sus comienzos, introdujo la parte más artística sin quererlo. «Empezaba haciendo figuras que representaban lo que estaba viviendo en ese momento:sexo, drogas y rock and roll. Eran entonces los años 80. Yo era una persona muy punk, agresiva. Y bebía mucho». Su primera exposición fue en 1982, en el bar Mil i ú, ya inexistente. Colaboró con el pintor Jaume Prohens y el poeta Arnau Pons. A los pocos años se trasladaría con un novio que tuvo a Blanes, lugar donde continuó creando arte con sus manos y su ojo creativo. Allí conoció a muchos artistas y su oficio lo compaginaba con servir copas en un bar y siendo animador en un casal de verano.

Años duros

En el año 92 se abrió un nuevo capítulo en la vida de Canet. Su madre muere. En ese momento, hacía un año que había regresado a Felanitx. Fueron años duros que recuerda con compasión hasta llegar a principios de los 2000. «Ingreso en Clínica Capistrano –cerrada– para desintoxicarme. En 2001, Néstor aparece en mi vida y un año después mi padre fallece». Para Jaume, estos hechos marcan un antes y un después. Sobre todo lo primero. Una persona 20 años mayor que él con la que ha pasado veinte años de relación hasta hace unos meses. «Le conozco un año antes del fallecimiento de mi padre. Mi obra empezó a suavizarse mucho los siguientes años. Dejé de ser crítico, que es como defino mi arte. No era mi esencia, me sentía influenciada por él. Néstor no solo fue un novio, sino que, sin querer, pasó a convertirse en un amigo. Estuve muy pendiente de él más que de mí».

Jaume Canet y su entonces pareja fueron los primeros homosexuales en casarse en Felanitx, en 2006. Además que quien lo hizo fue la regidora del PP Catalina Soler. Él dice que nunca ha tenido ningún problema por mostrar su identidad, de hecho subraya que «nunca he salido del armario porque nunca he estado allí dentro. Esto tendría que ser lo normal, que todos puedan vivir la homosexualidad con naturalidad».

Sandalias

Sus pasitos por el arte nunca cesaron. Ha realizado muchas exposiciones, que compagina, hoy en día incluso, con encargos. «He pasado por muchas galerías, pero no estoy casado con ninguna ni nunca lo he hecho. Esto ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Yo me lo he guisado, yo me lo he comido. Si he podido vivir de lo que he hecho y hago, es un motivo para estar feliz», dice.

Una de sus figuras más representativas y recurrentes en su local son las vaginas y los ojos. Jaume Canet tampoco sería él sin sus sandalias de hierro, un encargo que hizo para el artista valenciano Carles Santos justo en los años en que todavía vivía en Blanes. Esas mismas, destacadas por sus puntas en la suela, las replicó para él. Estas son algunas de las parte del ‘Universo Canet’, sumado a distintas colaboraciones que ha realizado con su amigo Miquel Barceló. Canet se define como «autodidacta». Su malnom, además, Jaume Estaca y se define como un orgulloso enamorado del pueblo. A pesar de todo, reconoce que «de vez en cuando necesito salir de aquí». Ahora se siente en un momento muy bueno. De hecho, asevera, «nunca jamás dejaré mi profesión, ni mi pueblo». «Ser herrero es parte de mí, es el aire que respiro y no se hacer otra cosa. También me gustan las plantas, pero si no hubiera sido por mi profesión, por mis creaciones, tal vez estaría muerto. El trabajo me ayudó a salir de las adicciones».