Quema controlada  de vegetación como prevención para evitar que sea combustible del fuego en un incendio. | R.L.

TW
2

Mientras en la Península arden decenas de miles de hectáreas, sin olvidar la pérdida de vidas humanas, Baleares se mantiene este año por debajo de sus medias en número de incendios forestales y superficie quemada. A fecha de 22 de julio, en el conjunto de las Islas se han registrado 41 incendios forestales que han quemado 6,73 hectáreas, unos datos muy bajos. Pese a estas estadísticas, los servicios de prevención y extinción de incendios de la Conselleria de Medi Ambient i Territori nunca van a lanzar las campanas al vuelo. Nunca. Como dice Oriol Domènech, técnico del Servei de Gestió Forestal, «con unas    temperaturas muy altas y una vegetación muy seca, el riesgo es extremo. Una colilla, un petardo o una chispa de radial o tractor son suficientes para generar un gran incendio, por no hablar de un accidente de tráfico o un motor que se quema. Cualquiera de estos elementos siempre encenderá una mecha». Domènech explica que «este año no estamos teniendo vientos fuertes ni rayos, pero también intervienen una mayor concienciación de la población respecto a las conductas a evitar y un dispositivo de la Conselleria muy ágil, rápido y contundente. Ante un aviso de humo, sin ni siquiera confirmar que se trata de un simple conato, siempre salimos».

92 % de origen humano

No se pueden lanzar las campanas al vuelo ante el siguiente dato: el 92 % de los incendios tiene un origen humano por negligencia, accidente o intención. En cualquier caso, el técnico confirma que «en los vuelos de vigilancia no estamos viendo columnas de humo, aunque la situación meteorológica de estos días es muy desfavorable. Como ya es sabido, las quemas en zona forestal están absolutamente prohibidas hasta el 15 de octubre. A menos de 500 metros de zona forestal, se pueden realizar quemas autorizadas y siempre hay que avisar al 112 antes de iniciarlas, pero la verdad es que estamos recibiendo pocas peticiones. A pesar de las autorizaciones, si las condiciones meteorológicas son muy adversas –altas temperaturas, muy baja humedad y viento–, estos permisos pueden ser suspendidos día a día o por períodos más largos».

La concienciación entre la población se traduce en que, teniendo opción a una quema autorizada y controlada, muchos prefieren renunciar y esperar a que finalice la temporada de riesgo. También se refleja en los avisos. Domènech señala que «a veces recibimos avisos de particulares que alertan de un humo que, realmente, es el polvo levantado por una excavadora o un tractor. Bienvenidos sean estos avisos».

Evidentemente, la lucha contra el fuego no se limita al verano. Domènech destaca que «la extinción sólo es una respuesta, pero no es la solución. Fuera del verano, nos dedicamos a la gestión de la prevención: creación de franjas de defensa o cortafuegos, mantenimiento de accesos y caminos, realización de maniobras de extinción, habilitación de depósitos de agua para los medios aéreos, reducción de la densidad de las masas forestales, recuperación de cultivos en las fincas públicas, aprovechamiento de herbívoros para la limpieza forestal y el uso de quemas controladas, el llamado foc bo: eliminamos vegetación que podría actuar como combustible del fuego, precisamente quemándolo bajo control. Así actuamos sobre más superficie en menos tiempo».

Domenèch recuerda que «la normativa obliga a las viviendas situadas en zona forestal o contigua a crear una franja de protección de 30 metros en torno al inmueble. No se trata de que quede absolutamente limpia de vegetación, pero al menos que no contribuya a la propagación del fuego hacia la vivienda. También hay que crear franjas de 10 metros a cada lado de los caminos».