Antoni Pinya y Josep Forteza-Rey, en la Sala Augusta.   

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La Sala Augusta estrena este jueves Els oblidats del turisme, un documental dirigido por Josep Forteza-Rey y producido por la Fundació Forteza-Rey en 2019 que «trata de poner en valor el sacrificio de muchos trabajadores del sector turístico, no sólo en los hoteles, a lo largo de las últimas décadas», según palabras del propio director. El documental recoge el testimonio de 21 personas relacionadas con el sector turístico, la mayoría de ellas trabajadores y muchos de ellos ya jubilados, que relatan su experiencia laboral y lo que les ha representado.

Según Forteza-Rey, «la sociedad ha sido parca a la hora de dar las gracias a quienes hicieron posible que nuestra actividad turística tenga actualmente una capacidad profesional reconocida y un modelo exportado a todo el mundo». Els oblidats del turisme destaca la capacidad de adaptación de personas que, desde el interior de la Isla o de la Península, «se pusieron a trabajar en un sector que no conocían en absoluto, pero que llegaron a vivir durante toda la temporada en los hoteles donde estaban contratados. En el documental lo explican todo sin intermediarios y aparecen escenas muy emotivas, recordando un trabajo durísimo, pero, al mismo tiempo, expresando su satisfacción por la labor realizada».       

El resultado final ha sido más de tres horas de grabaciones que han tenido que resumirse en 69 minutos. El documental podrá verse durante una semana en la Sala Augusta y se prepara su proyección en municipios turísticos. Todo esto es posible después de que el estreno previsto tuviera que suspenderse al coincidir con el inicio de la pandemia. Al estreno de hoy asistirán protagonistas del documental a los que se dará en directo las gracias por su trabajo. Dos de ellos ya han fallecido y recibirán un reconocimiento especial.

La presentación del documental también contó con el cocinero Antoni Pinya, que aparece en el documental como trabajador en aquellos inicios del turismo: «No teníamos soldados formados. Fue gracias a unos pocos tutores que esos trabajadores que llegaban sin ninguna experiencia turística fueran capaces de adaptarse y aprender. Llegaban familias enteras, incluso con menores de 12 o 14 años que se pusieron a trabajar como botones. Si no tenías presencia de cara al público, te ibas a la cocina. Y si tenías una cierta presencia y podías articular palabras en algún idioma extranjero, te ibas a recepción». Todo empezó a cambiar con la    primera Escuela de Hostelería creada en 1965. «Hasta entonces, el turismo se desarrolló sin infraestructuras, de un modo casi artesanal y un servicio totalmente personalizado. El trabajador no es un instrumento, es un colaborador», apunta Forteza-Rey.