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De vez en cuando me pregunto por la vida que tuvo mi gato antes de llegar a casa. Porque ‘Bronco’, nacido el 17 de agosto de 2008, no llegó hasta el 31 de octubre del mismo año. A lo largo de casi 14 años, yo he conocido a un gato activo, dominante, cabroncete, miedica cuando hay tormentas, que me sigue a todas partes, incluso al váter.

Durante sus primeros 75 días, ‘Bronco’ vivió en medio del Pla de Mallorca, entre Costitx y Sencelles; por tanto se trataba de un gatito salvaje. En aquel tiempo no se llamaba ‘Bronco’, sino ‘Masclet’. Pertenece a la segunda camada de gatos de ‘Tita’, su madre, que tenía un año de vida cuando lo tuvo. ‘Masclet’ nació junto a cuatro hermanos, entre ellos una tal ‘Punta Blanca’ que llegó a mi casa también unos meses después que él y rebauticé como ‘Fetutxina’.

Las probabilidades de vida de un gato en esas condiciones giran en torno a dos o tres años. Su alimentación se basa esencialmente en la caza de roedores, pequeños pájaros, gusanos, insectos, dragones… Todo lo que les proporcione alimento. Los cazadores los confunden con conejos y les disparan. El frío, la humedad, el viento y la lluvia del invierno condicionan la vida de los gatos. El déficit proteico y de vitaminas puede ser mortal. ‘Masclet’ se mojó siendo todavía un bebé, agarró una neumonía, no comía y tosía mucho (de ahí que posteriormente lo rebautizara como ‘Bronco’).

Gracias a su carácter valiente, confiado y cariñoso, se acercó al que le bautizó como ‘Masclet’ que, al verlo en aquellas condiciones, lo trasladó a un veterinario. De este modo acabó en mi casa. El hombre que lo bautizó como ‘Masclet’ me hizo llegar una ficha y fotos de él y sus hermanos que trato de no olvidar porque seguramente ni él ni ‘Punta blanca’ existirían ya.