Alumnos del centro palmesano merendando. | Teresa Ayuga

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Mientras Maria Antònia Santandreu camina por el patio, varios alumnos la saludan llamándola por su nombre. «Los conozco a todos», asegura la directora del CEIP Miquel Porcel de Son Cladera, donde estudian unos 200 escolares. El centro hace unos años que pierde alumnos, suficientes como para reconvertir varias clases en aulas especializadas. «Como sobra espacio hemos montado un laboratorio para hacer experimentos», explica Santandreu. También han creado aulas de informática y de matemáticas «para que las aprendan mejor», con juegos y materiales manipulativos, como ábacos y monedas.

Estas son solo algunas de las muchas innovaciones pedagógicas impulsadas este curso con un objetivo muy claro: seducir a las familias del barrio para que escolaricen a sus hijos en este colegio.
«La idea es que los niños de Son Cladera vengan aquí», dice la directora, mientras enseña el huerto urbano que han instalado en un rincón del patio, que es «puro cemento». «Deseamos que nos cambien este suelo», comenta, y señala los árboles que el Ajuntament de Palma ha sembrado muy cerca para ganar sombra. Con el fin de evitar raspaduras entre los pequeños, también han cubierto una parte importante del suelo con césped artificial.

La huerta se hizo con la idea de compensar la falta de relación que tienen los niños del centro con la naturaleza al vivir en un barrio periférico. «Un alumno de primero me llegó a preguntar cuándo tocaba pintar de rojo los tomates», afirma Llorenç Palou, que es maestro y coordina la iniciativa. Cada curso dispone de una caja donde hay zanahorias, calabacines, lechugas, berenjenas, tomates y aromáticas «para evitar plagas». Los alimentos se reparten entre todos. «Sembraron las semillas y han visto todo el proceso, que ahora da sus frutos», dice ilusionado, recordando que antes no había nada, solo asfalto. Asimismo, hacen compost con la materia orgánica que reciclan.

Centro de salud

Desde hace unos años el colegio colabora con el centro de salud de la barriada. «Hacemos charlas sobre alimentación, tabaco y cómo proteger la piel del sol», según explica la enfermera Neus Pueyo, que el martes estuvo en el centro con motivo de las jornadas abiertas organizadas para dar a conocer los nuevos cambios. La secretaria de la escuela, Aina Comas, muestra la reestructuración llevada a cabo en la biblioteca, donde los niños pueden tomar prestados los libros. «La hemos pintado los profesores y hemos hecho una clasificación de las obras», añade.

Otra de las medidas estrella puesta en marcha este año es el aula de emociones. «Lo vi durante una formación en Inglaterra y quise que hubiera una aquí», confiesa Santandreu. Está pensada para los alumnos que tienen un tema que quieran tratar, como la muerte de un familiar o una disputa con un compañero. «La idea es que expresen y gestionen sus emociones», apunta la profesora y responsable de este espacio, Laia Riera. «Me ha ayudado a solucionar y autocontrolar problemas», confiesa Nico, de 11 años. Su amigo, Marc, opina lo mismo.