Rubén Casas Oché posa para este diario en Palma.  | Pilar Pellicer

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Rubén Casas Oché (Girona, 1970) nos descubrió la cara más desconocida de la naturaleza de Balears en Arxipèlag indòmit (2019). El cineasta vuelve a la carga con El mecanismo invisible, un documental rodado en Mallorca, Asturias y China que avisa del colapso que se avecina si no se frena ya la extinción de insectos polinizadores, esos que al buscar alimento en las flores transportan polen a otras plantas facilitando su reproducción.

¿Hasta qué punto permiten la vida tal y como la conocemos?
— Son una de las piezas más vitales de la naturaleza. Su trabajo abarca el 75 % de las verduras y vegetales que consumimos porque son producto directo de ellos. Sin el trabajo que hacen, el mundo tal y como lo conocemos no existiría. Sin ellos, la Tierra sería parecida a Marte.

Muestran una región china donde casi han desaparecido y los agricultores tienen que polinizar las flores a mano.
— Por hacer más productivas sus cosechas han usado fertilizantes que han arrasado con hasta el 90 % de los polinizadores, y los que quedan no son suficientes para hacer el proceso de manera natural. Es muy bestia que busquen soluciones al margen de la naturaleza, en vez de protegerlos. Incluso plantean utilizar drones para polinizar. Allí igual sí, pero en el resto del mundo no es viable hacerlo a mano. Si ya cuesta recoger algarrobas y almendros… En África utilizan esclavos para hacer de polinizadores, como las abejas.

¿Qué otros motivos causan el apocalipsis de insectos?
— La falta de alimento por la pérdida de floración silvestre. Nos estamos cargando la vegetación silvestre que les sirve de comida. Además, el cambio climático está desplazando los ciclos vitales de los animales.

¿Por qué las abejas son las protagonistas del documental?
— Usamos las que producen miel como hilo conductor porque son la cara visible de los polinizadores. Nos sirve para contar un problema global.

Las abejas anteponen el bien del colectivo por encima del individuo. Sin caer en el autoritarismo, ¿qué pueden enseñarnos?
— La inteligencia colectiva de la que carecemos nos podría ayudar a hacer las cosas mucho mejor, pero no somos abejas. Somos muy inferiores. El ser humano es individualista.

¿Qué busca transmitir con este documental?
— Respeto y comprensión sobre el medio, porque llevamos mucho tiempo viviendo al margen de la naturaleza. Nos estamos cargando el planeta a una velocidad espeluznante y los insectos, al ser la base de la cadena alimenticia del resto de animales, generan procesos vitales para tener un mundo como el actual. El documental es un encargo de la Fundación Vida Silvestre Mediterránea. No tenía ni idea de insectos porque estoy especializado en macrofauna.

¿Cómo le ha afectado emocionalmente el proyecto?
— Después de dos años de trabajo, acabé muy deprimido. Las conclusiones a las que he llegado son atroces. Quería irme de este planeta porque piensas en tu hijo y da mucha pena. Aun así, creo que hay que contar las cosas explicando que se puede hacer algo para mejorar.

¿Y qué se puede hacer?
— Desde poner agua o macetas con vegetación en las ciudades a consumir productos locales, agroecológicos y de temporada.