Mohammad Ben Azzi, en una de las mesas de su local.  | Pilar Pellicer

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Era un verano de 2018 en una playa de Palma cuando los hermanos Mohammad Zinelarabe Ben Azzi, de 50 años, y Abdelhak Ben Azzi, de 36, pensaron en la idea de convertirse en empresarios. Sus historias están marcadas por decisiones que nadie desearía tomar. Llegaron a Mallorca hace casi 20 años. El pequeño salió primero de Fez (Marruecos)cuando todavía era un adolescente. Lo hizo escondido bajo un camión que se dirigía a Algeciras en ferri. El mayor iba para ingeniero mecánico en su país pero la pobreza le obligó a marcharse en patera un año después que su hermano.

Ahora ambos están a punto de abrir el primer restaurante de alta cocina marroquí en Palma. Se llamará Tajjin Fez y es una oda a su ciudad natal. La mujer de Mohammad, Lamiae, se encargará de cocinar, y su hermano Abdelhak, que vive en Francia desde hace diez años, vendrá de vez en cuando para ver cómo crece este proyecto en común. De la conversación con Mohammad se intuye que es una persona honrada y trabajadora. Tuvo la suerte de salir vivo de aquel trayecto en mar, pero dice claro que «aquello era morir o vivir. Fueron 18 horas en la barca». En España le esperaban familiares que le ayudaron a encontrar trabajo en Murcia en el campo.

En paralelo, su hermano Abdelhak se encontraba en un centro de menores de Palma. Se buscó la vida como pudo y realizó un ciclo formativo de chapa y pintura. «Cuando mi hermano salió de allí, encontró trabajo en un palacio, cerca de s’Esgleieta, de un jeque árabe. Pero no le gustó las laborares que realizaba, de mantenimiento, y me dijo si a mí me interesaba. Me vine a Mallorca, mi vida cambió totalmente y pude traer a mi mujer de Marruecos», explica Mohammad.

Mientras cuenta su historia, reflexiona sobre la rapidez con que puede cambiar la vida. «Eliges un camino pero luego resulta que te vas por otro». Mohammad tuvo que dejar la carrera en el tercer año. Su intención era incluso estudiar en Canadá «pero me pedían antes una fianza de 20.000 euros y no podíamos pagar ese dinero». Explica que la situación de su país era tan mala que no le quedó otra alternativa que marchar para buscar algo mejor. Con su hermano se ha apoyado en las buenas y en las malas. Mantienen una bonita relación a día de hoy, a pesar que Abdelhak está feliz en Francia, junto a su familia, y es conductor.

Cultura marroquí

«Decidimos montar un restaurante porque encontré a mucha gente marroquí en Mallorca que reclamaba un sitio así, auténtico, con nivel; que tuviera un ambiente para familias con niños y en una zona segura», explica Mohammad sobre su proyecto gastronómico. El año pasado comenzó a hacer realidad su sueño. «Tuve que ahorrar mucho», dice Mohammad, porque además toda la cubertería y la decoración provienen de Fez. Explica que este detalle «es muy importante» para el cliente marroquí porque así    son los restaurantes en su país.    También cuenta que les costó encontrar el sitio idóneo, teniendo en cuenta las dificultades para alquilar un local en la Isla.

La semana que viene abrirá las puertas de Tajjin Fez. Ríe cuando se le pregunta por el balance que hace hasta ahora. «Soy muy feliz», remarca. Hace seis meses también le dieron la nacionalidad española. Como consejo para otros jóvenes inmigrantes que, como él o su hermano, exmena, llegaron sin nada, dice que «nadie debería viajar en patera porque la vida tiene mucho valor. Se puede mejorar la situación de cada uno de otra forma porque es muy duro hacer esto. Ves gente morir en el mar o en las costas».