En la imagen, Aljon Catalán. | Pere Bota

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«Aljon es un superviviente». Así de tajantes son sus padres, José Miguel y Cati. Ha cumplido diez años, es muy curioso, posee una de esas miradas pícaras y sonríe sin cesar. Nació en la isla de Cebu, en Filipinas, su madre tenía tan solo 18 años, no contaba con apoyo familiar y su situación económica era crítica. No tuvo más remedio que darlo en adopción. Cuando los responsables del orfanato Chosen Children no Angels Crossing en el que creció sus primeros años lo recogieron, sufría malnutrición y su peso era preocupante.

«Nació afortunado. Intentamos inculcárselo desde que llegó a casa. Tuvo suerte de que su madre biológica tomara la decisión más difícil: darlo en adopción; le sonrió la fortuna cuando recaló en un orfanato dirigido por gente maravillosa que se empeñó en que saliera adelante; y fue un golpe de suerte que llegara a nuestras vidas. Todos hemos salido ganando», apunta José Miguel Catalán, su padre, un conocido especialista en Traumatología deportiva.

Primer viaje a Filipinas

José Miguel y Cati ya tenían dos hijos biológicos, Joan y Miquel, ahora con 16 y 14 años, respectivamente, cuando tomaron la decisión de aumentar la familia. Pero tras dos cesáreas, Cati decidió que otro embarazo podría ser peligroso. Se apuntaron a los cursos de idoneidad que organiza el IMAS sabiendo que el proceso de adopción sería largo, con muchos altibajos y tedioso. Aunque estaban dispuestos a adoptar un niño con problemas físicos, y se supone que en esos casos el tiempo de espera se acorta, tardaron cuatro años en recibir una de las llamadas más importante de sus vidas.

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José Miguel Catalán y Cati Parra con sus tres hijos, Joan, Miquel y Aljon, adoptado en Filipinas.

«Cuando esperas una adopción internacional tienes que armarte de paciencia», explica Cati Parra, al tiempo que recuerda que había días de bajón y ganas de tirar la toalla. «Tardamos un año en hacer todo el papeleo, certificarlo y recibir el visto bueno... era agotador».

En 2014 viajaron a Filipinas para conocer y traer a Mallorca a su nuevo hijo, Aljon, que conserva su nombre porque la familia no quiere que pierda sus raíces; incluso la au pair es filipina, aunque eso fue otro golpe afortunado del destino. «Aljon llevaba dos años con la Fundación Chosen Children en la ciudad de Cavite, y nos aseguran que se había transformado radicalmente durante su estancia allí. La primera noche que pasamos con Aljon fue dura. Yo llegué a preguntarme qué habíamos hecho, si estábamos preparados para semejante compromiso. Las dudas que surgen cuando algo que deseas con fuerza se cumple», reflexiona José Miguel. De Filipinas no solo volvieron con un nuevo hijo, también se enamoraron del país. «La gente no tiene muchos bienes materiales, pero siempre sonríe. Felices a pesar de no poseer nada», señala Cati Parra.

Segundo viaje

En 2019, cuando Aljon llevaba cuatro años en casa, totalmente integrado en la familia, decidieron hacer un viaje a Filipinas para que el pequeño conociera su país de origen. «Aljon sabe cómo llegó a casa. Nunca se le ha escondido nada. Lo poco que sabíamos de su familia biológica se lo íbamos contando a cuentagotas», dice José Miguel.

En Filipinas visitaron el orfanato en el que vivió sus dos primeros años de vida, pero fue durante una excursión cuando dijo por primera vez que por qué no buscaban a la ‘mamá de la barriga’, como llaman en casa a la madre biológica de Aljon. «Fue un shock, y aunque al principio intentamos olvidar el tema, a nuestro regreso a Mallorca volvió a decirlo, recuerda Cati, que sabía que «todos los niños adoptados, en uno u otro momento, sienten la necesidad de conocer sus orígenes.

Almarie, la madre biológica de Aljon, con su marido y sus tres hermanastros.

Entre los papeles de la adopción figuraba el nombre de la madre de Aljon, Almarie, así que José Miguel utilizó la única herramienta que tenía a mano para localizarla, las redes sociales. «Fue otra coincidencia afortunada. Busqué su nombre en Facebook, coincidía con la ciudad de origen de Aljon, así que decidimos enviarle un mensaje en privado. Tardó unos meses en responder, pero cuando lo hizo estaba muy sorprendida de que la hubiéramos buscado. Nos confirmó que era la madre biológica, nos contó su historia y envió una carta para Aljon lamentando haberle dado en adopción, pero en ese momento no podía hacer otra cosa», explica José Miguel.

Segundo familia

Desde entonces, la familia Catalán Parra se ha convertido en los ángeles de la guarda de Almarie y los tres hermanastros de Aljon, nacidos después de él. Vivían en medio del bosque en una choza hecha de sacos de arroz, no tenían agua corriente y malvivían. Por eso, con el apoyo de una ONG local, les han sacado de allí y les han proporcionado una vivienda digna.

Además, les han comprado un carrito y una moto para vender comida en la calle. «Nuestro objetivo era ayudarles a salir adelante y que Aljon tenga algo de relación con sus parientes biológicos. Cada semana nos conectamos para que charlen un poco y mantengan la relación. Aljon ya sabe quién es su familia y cuáles son sus orígenes».