La nacra, endémica del Mediterráneo, se encuentra en peligro crítico de extinción.

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El pasado 28 de abril fue presentado en Valencia el Proyecto Life Pinnarca, cuyo objetivo es la conservación de la nacra (Pinna nobilis). Este molusco bivalvo, endémico del Mediterráneo, el segundo más grande del mundo, se encuentra en la actualidad en peligro crítico de extinción debido a una grave enfermedad parasitaria que comenzó a afectar a las poblaciones de nacras, incluidas las de Balears, a finales de 2016. El proyecto, coordinado por el Instituto de Investigación en Medio Ambiente y Ciencia Marina de la Universidad Católica de Valencia, agrupa a un consorcio internacional de universidades, institutos de investigación y ONG que incluye al Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea, con sede en Esporles) y otras entidades de España, Francia, Italia y Grecia.

La iniciativa muestra el interés de la Unión Europea (UE) por la recuperación de la nacra, ha explicado José Tena, director de proyecto Life Pinnarca: «La unión en este proyecto de instituciones de países de la cuenca mediterránea europea hace que ahora existan serias posibilidades de que la nacra se recupere. Se trata de una especie fundamental en el equilibrio de ecosistemas del Mediterráneo, como sucede con las praderas de posidonia». El proyecto, que cuenta con una contribución de la UE de 1,3 millones de euros y una vigencia hasta diciembre 2024, incluye «acciones de difusión de la situación endémica de la nacra, protección in situ de la especie, traslado de algunos ejemplares para preservar la diversidad genética y preservación de individuos resistentes a la enfermedad».

Presentación del proyecto Life Pinnarca en Valencia, con Iris Hendricks, del Imedea (cuarta por la derecha).

Life Pinnarca contempla también la búsqueda de nacras sanas para reproducirlas en cautividad y la mejora y gestión ambiental de los hábitats donde aún pueden encontrarse, como el Delta del Ebro o el Mar Menor, así como diversas lagunas costeras de España, Francia, Italia y Grecia. El investigador principal del proyecto, José Rafael García March, ha asegurado que «cuando los científicos se unen para trabajar por un mismo objetivo es un síntoma de que se van a encontrar soluciones. Estamos recibiendo ya compromisos de adhesión por parte de instituciones de Croacia, Montenegro, Argelia, Túnez o Egipto. Estos países empiezan a hacer censos de sus poblaciones de nacra, lo que resulta una cuestión clave».

El Imedea lidera la tarea de monitorización. Iris Hendriks, investigadora de este centro, señala que «es importante evaluar si las poblaciones tienen posibilidad de recuperación natural. Si encontramos larvas significa que hay poblaciones reproductoras sanas en algún sitio. Sabemos que en las lagunas, como las del Mar Menor y el Delta de Ebro, hay poblaciones reproductoras y es importante comprobar si las larvas procedentes de éstas podrían llegar a repoblar otros lugares donde las nacras han desaparecido. Las larvas también nos pueden indicar si hay otras poblaciones que no hemos visto, ya que no se puede recorrer el litoral en su totalidad». Los participantes en el proyecto coinciden en que «es una lucha contrarreloj contra la extinción de una especie».