Un hospital de Río de Janeiro donde se fomentaba los abrazos en plena época de pandemia. | Efe

TW
2

Ahora que el uso de las mascarillas ya no es una medida obligatoria de prevención contra la COVID, desde el día 20 de abril, surge la siguiente pregunta:¿volveremos a abrazarnos y besarnos como antes de la pandemia? La respuesta es sí. Varios expertos de la Isla explican a continuación por qué ese miedo que teníamos al principio, cuando evitábamos cualquier tipo de contacto, y muchos seguirán teniendo estos primeros meses sin el cubrebocas parte de un mecanismo de defensa ante una emoción que nos da miedo, nos asusta. Y por eso reaccionamos así.

«Es importante no patologizar síndromes que son normales», defiende Oriol Lafau, coordinador autonómico de Salud Mental de Balears. Se refiere a síndromes tan populares como el postvacacional o el que acaba de coger fama:el síndrome de la cara vacía. «Como todo lo que nos va ocurriendo, viene mediatizado con una parte emocional y, a priori, normal, que es el miedo. Y este miedo no hay que convertirlo en enfermedad», defiende.

En este sentido, los especialistas coinciden con Lafau: el tiempo devolverá las cosas a su sitio. «Únicamente hay que saber que ese proceso de volver a tocar, a besar y a abrazar va a ser más lento porque el miedo nos lo va a impedir». El decano del Colegio Oficial de Psicología de las Islas Baleares (COPIB), Javier Torres, insiste en que, como sociedad, «debemos respetar que haya gente con cierta reticencia a volver, de momento, a gestos afectivos».

Con esto quiere decir que «no sabemos la historia de cada persona y qué le ha llevado a tener cierto temor a los besos o abrazos. A mucha gente se le ha muerto familiares por la COVID y esto le vuelve a uno más sensible». La vuelta a la normalidad será más rápida para unos y más lenta para otros. Pero ante todo, dice Torres, «no dejaremos de besarnos. El ser humano, por naturaleza, necesita y desea el contacto físico».

Síntomas

Noticias relacionadas

¿Qué pasa si esa negación a abrazarnos o besarnos persiste en el futuro? Los expertos no descartan que, en casos extremos, pueda derivar a un problema de salud mental, y es ahí cuando hay que acudir a la consulta. Oriol Lafau advierte que hay factores o rasgos a los que hay que poner mucha atención: «Si uno ve que esto va a peor, que le cuesta más acercarse al otro y antes sí lo podía hacer; si, en definitiva, la evolución no es buena, significa que ese miedo se ha multiplicado por diez y se asocia a una fobia». Si bien durante la pandemia no había casos así en las consultas psiquiátricas, «de personas con cierta fobia a tener COVID al quitarse la mascarilla», sí que se diagnosticaron trastornos a contagiarse de coronavirus en estos dos últimos años de pandemia.

Desde un punto de vista psicológico, Javier Torres sostiene que, para trabajar con estas personas en las consultas, «hay que validar esos pensamientos del paciente y no decirle que son infundados. Le hacemos ver que no pasa nada por estar con gente». Una forma de entender por qué tenemos miedo y, en algunas ocasiones, incluso desarrollar un trastorno, lo explica Lafau:«Lo que hacemos es defendernos de lo malo. Es una defensa ancestral el hecho de borrar lo negativo para no sufrir. El principio básico de nuestra cabeza es buscar la máxima cantidad de placer posible».

Ante todo, la mascarilla no es una protección negativa, sino más bien una medida de prevención. En este sentido, la sexóloga Aina Lliteres abre otra perspectiva:¿seremos más selectivos a la hora de dar un beso o un abrazo? Partiendo de una base protocolaria, «acostumbramos a los menores a saludar con besos por cortesía, por defecto, aunque ellos no quieran. La mascarilla ayudará a ser más selectivos para saber a quién queremos saludar y cómo», considera Lliteres.

En esta línea, apunta a que este tipo de nuevos comportamientos pueden mejorar la educación afectivosexual para niños y adolescentes. El aprender a «poner límites» con las personas sin que eso implique ser más o menos cortés con el otro. La mascarilla, per se, no será una protección negativa: «No olvidemos que hace años en países de oriente, llevar la máscara era habitual, una medida más de prevención y la sociedad lo interiorizó», apostilla Javier Torres. Las mascarillas en interiores han sido obligatorias en España durante cerca de 700 días. Mientras, la incidencia acumulada a 14 días de la COVID se sitúa en las Islas en 265,7 casos por cada 100.000 habitantes. Por su parte, el número total de fallecidos en Balears a causa del coronavirus se mantiene en 1.315 personas.   

El apunte

Los niños más pequeños podrían desarrollar nuevas capacidades de percepción

Desde un punto de vista neurológico, ya se está comenzando a estudiar el desarrollo del cerebro de menores de entre dos y tres años que han crecido en un entorno de pandemia. A pesar de que estos resultados pueden tardar años en salir a la luz, el psiquiatra Oriol Lafau avanza que «seguramente estos menores desarrollen una capacidad de percepción diferente y más agudizada que otros menores prepandemia». Esto se debe a que, debido a que en la mayoría de sus estímulos ha aparecido la mascarilla, tapando así uno de las partes más «expresivas», sean capaces de interpretar mejor y más cosas que, para otros niños, pasan desapercibidos. «Los que crecen sin ver media cara o recibir besos o abrazos fomentarán otras cualidades diferentes», añade Lafau.