Eugenia Martín-Crespo en su estudio de Segovia, clasificando algunos materiales de su archivo.

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En Boceguillas, Segovia, allí vive Eugenia Martín-Crespo, que dirige y tiene un gran archivo centrado en la historia del turismo: con folletos, pósters, cromos, entradas, carteles, afiches, papeles publicitarios, postales, mapas, guías, bonos de hoteles y muchas más cosas. Su fondo archivístico fue iniciado por su padre a modo de coleccionismo y reúne infinidad de materiales insólitos o efímeros. Es decir, a diferencia de los libros o manuscritos relevantes, son papeles vintage y volanderos que no se solían guardar y que en los últimos años comienzan a ser muy valorados por los historiadores y por las bibliotecas más importantes del mundo que ya tienen colecciones de ephemera, como Nacional de España, la Británica o la de Australia.

¿Cuál es la importancia de los 4.000 documentos de historia del turismo que tienen ustedes?
—Se trata de un conjunto elaborado desde el punto de vista del turista, a diferencia de otros archivos que se han formado desde las instituciones o coleccionistas que buscan las piezas más preciadas. Para nosotros es una colección, pero en realidad es un gran archivo de promoción turística, cualquier papel era válido y se conservaba: por amor al papel y al conocimiento del mundo. Muchos de estos documentos son anotaciones y mapas hechos a mano. Esta documentación es la que realmente humaniza el conjunto.

¿Cómo comenzó a interesarse usted por este mundo?
—Empecé a tener contacto con grandes fondos de material artístico cuando comencé a trabajar en una empresa de museografía. Me considero muy de imágenes, diplomada en cine de animación e infografía para la arquitectura,    soy capaz de apreciar el valor de una buena ilustración. A raíz de este proyecto me he involucrado en el mundo del coleccionismo, del reciclaje y de la economía circular, de la conservación. Todo se ha ido ensamblando como piezas de Lego. Y recientemente hemos incorporado parte del material en la plataforma Google Art&Culture.

Creo que la colección ‘ephemera’ Martín-Crespo estaba apilada en un garaje y usted la rescató...
—Así es, nos tropezamos con ella, fue casual. Yo buscaba una carpeta con un máximo de 10 o 20 folletos y de repente, por arte de magia, me encontré con cajas y cajas de material de promoción turística. Contacté con Ana Moreno Garrido, historiadora especializada en turismo, vino a casa y fue la que me confirmó que valía y mucho la pena la colección que no hemos dejado de mover en estos últimos cinco años.

¿Conoce usted Mallorca?
—Sí, he estado en varias ocasiones. Es un lugar maravilloso, millones de turistas y viajeros me avalan. Por desgracia, me falta mucho por conocer. Mis tiempos en la Isla han sido siempre cortos, dos días, tres… iba a visitar a amigos.

¿Qué materiales tienen de Mallorca?
—Tenemos la famosa Guía gráfica Costa de Mallorca (1944) con unas fotografías magníficas o la que escribió Julio Sanmartín Perea (imp. Alcover, 1946), también tenemos la guía de Bartolomé Ferrà (1929), entradas al Castell de Bellver de la década de los años sesenta, folletos o itinerarios de viajes de la agencia Marsans de la década de los cincuenta, materiales de promoción de la Isla del Patronato Nacional de Turismo, folletos de la cadena Meliá, etc.

Sucintamente, ¿cuáles son las piezas de la colección más valiosas?
—Este conjunto no ha sido formado por coleccionistas, faltan las grandes piezas como, por ejemplo, los carteles del Patronato Nacional de Turismo que ahora se venden por grandes cantidades. El verdadero valor está en extraer todo la información, las historias y las experiencias que contienen estos pequeños retazos de papel y contarlas.