TW
1

Todavía es pronto para saber si la gran crisis que ha partido el gobierno de izquierdas en Menorca durará hasta fin de legislatura o acabará como aquella otra del Consell de Mallorca en la que Maria Antònia Munar expulsó del gobierno insular al PSM por su duda metafísica con la incineradora, allá por el año 1996. Tras aquella salida abrupta del gobierno insular, el entonces líder del PSM, Pere Sampol, dio una rueda de prensa en la dijo cosas de Munar que no se había atrevido a decir de Gabriel Cañellas, pero el conflicto se resolvió y el PSM volvió al gobierno de Mallorca y allí siguió hasta que el PP ganó por goleada en 2003 y regaló a Munar el Consell.

La izquierda se necesita más de lo que se desprecia, que es mucho, así que de la ruptura puede salir un acuerdo que les mantenga unidos hasta las elecciones por la conveniencia de las urnas. En las próximas semanas se sabrá si hay o no acuerdo en Menorca, pero algunos elementos que se ha visto estos días merecen un análisis propio.

La presidenta menorquina, la socialista Susana Mora, suspendió en el último minuto el pleno que debía aprobar la proposición de ley de reserva de la biosfera que debía remitirse al Parlament. Se basó en un informe muy contundente de la Abogacía de la Comunitat en el que alertaba de que la propuesta era un vuelco absoluto al diseño estatutario de las islas que se aprobó en 1983, una reforma encubierta del Estatut. Se puede entender que un partido insularista como Més per Menorca (MxM), que se mira en ERC, defienda cierta idea semisoberanista de Menorca y puje alto por lograr mayores cotas de autogobierno en el marco estatutario o fuera de él, pero lo que no tiene explicación posible es cómo los socialistas menorquines sucumbieron y se sumaron a ese proceso y no pararon hasta que no se vieron al borde del abismo y desde Palma les tuvieron que parar los pies.

Es probable que el PSOE menorquín se contagiara del impulso de Més per Menorca sin ser consciente de que estaba llegando a un punto de no retorno, pero la duda está ahora en saber si ese contagio que sufrieron los socialistas menorquines llega a Mallorca. El enfado monumental de MxM con la consellera Mercedes Garrido no tiene efectos prácticos en el Parlament, donde Francina Armengol, mantiene intacta la mayoría absoluta y los votos de Josep Castells y Patrícia Font ayudan pero no determinan el resultado de las votaciones.

Si la crisis no se resuelve, se alarga hasta final de legislatura y Castells tralada la tensión menorquina al Parlament, podemos ver un fenómeno que no es desconocido: que quien se contagie de esa tensión sea Més. En sectores de la izquierda social se valora el papel de MxM en el Parlament, que, al no estar en el Govern, se encuentra en una posición comodísima para presentar propuestas de la ‘izquierda verdadera’ sobre las que deberán pronunciarse sus aliados de Més en Mallorca. El partido que lidera Lluís Apesteguia siempre ha tenido tendencia a tratar se estar en el Govern sin dejar del todo la oposición en según qué asuntos, así que puede acabar mirándose en ese espejo de sus aliados menorquines y acabar sumando tensión a los nervios propios del año prelectoral.

¿Cabe la posibilidad de que ese contagio de la tensión acabe con el acuerdo en Mallorca? Parece muy improbable dada la coyuntura social y económica. Lluís Apesteguia ganó las primarias porque supo explicar cuál era su proyecto y porque muchos vieron en él un candidato capaz de plantarse ante Francina Armengol. Este mundo patas arriba lo ha cambiado todo y Apesteguia lo sabe. Si cuando fue elegido candidato cabía plantearse la posibilidad de que Més terminara abandonando el Govern, esta posibilidad cada vez se aleja más, aumente o no la tensión en el Parlament.