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«Lo más difícil son las vivencias que las chicas te cuentan. La mayoría dice que han sido engañadas. Una vez, una mujer me dijo que si pudiera volver a nacer, pediría ser chico». La prostitución, a ojos de M.C., no es ninguna profesión. Lleva poco tiempo como técnica de intervención de Metges del Món, pero lo suficiente como para hablar de puteros y no de clientes, para asegurar que hay menores en este mundo y afirmar que ninguna mujer es trabajadora sexual porque quiere.

Visita los pisos y clubes donde se practica la prostitución cada semana. Su proyecto atendió en 2020 a 627 mujeres, la mayoría en Palma (572) y el resto repartidas en otros municipios de la Isla. También da cobertura en Eivissa y Menorca. Ultima Hora acompaña a M.C. en su salida por viviendas del barrio de Santa Catalina en las que se ejerce la prostitución y por clubes de alterne de s’Arenal. La temporada no ha comenzado fuerte, cuentan algunas de las pocas mujeres que han querido hablar para este reportaje.

El timbre

Son pasadas las 18.00 horas de una tarde aparentemente tranquila en Santa Catalina. Lleva consigo una mochila repleta de preservativos, lubricantes y mascarillas. Es el material básico que entregará en las próximas tres horas de esta denominada «visita de acercamiento» (salidas para aproximar el programa a las mujeres que ejercer la prostitución).

Hay pisos que por el tipo de timbre ya se sabe que hay prostitución. «Algunos tienen una señal roja o alguna marca. Y la forma es peculiar», explica M.C. La primera vivienda apuntada en su lista tiene un telefonillo normal. Es un bajo y una asiática nos abre la puerta. No se muestra nerviosa porque ya la conoce. Le entrega nueve preservativos, cinco mascarillas y tres sobres de lubricante. «El perfil de las asiáticas suele ser más hermético que otras», avisa.

La segunda vivienda también la regenta una mujer procedente de Asia. Aquí se asoman tres chicas a recibirnos. «¿Ves? Esta mujer es nueva, no me ha reconocido y por eso no nos deja entrar. La última vez que vine, sí accedí», asegura la técnica, que apenas abre su mochila porque las mujeres no necesitan material.

En el tercer piso, el timbre indica el tipo de inmueble que es. Otra asiática entreabre la puerta y apenas deja ver el interior, que nos recibe con una luz rojiza. «No necesito nada, gracias», le dice en un castellano, más o menos bueno.

«Salimos cada semana a los pisos que tenemos localizados en nuestro programa. Pero muchas veces no son las mismas chicas, se suelen mover de ubicación», explica.

El perfil mayoritario que se ve en este mundo es asiático y sudamericano, en piso, y de origen nigeriano ejerciendo la prostitución en las calles. Y en la Part Forana, según detalla M.C, las nacionalidades son más variadas.

«Muchas llegan al país para vivir el sueño español y ganar dinero para sus familias. Pero la situación que se encuentran es más complicada, sobre todo por la dificultad de regular su situación administrativa». También destaca el gran número de mujeres víctimas de la explotación sexual y trata: «Unas vienen sabiendo a qué y otras engañadas».

En las calles más calientes de s’Arenal no hay movimiento hasta que el sol se esconde. Los clubes abren sus puertas al inicio de la noche, aunque la gran mayoría están vacíos. Nancy acaba de llegar a uno de ellos. Su base está en la puerta de Sant Antoni, en Palma, -ejerce en la calle-, pero de vez en cuando acude a este local. Es de Bulgaria y desde 2004 trabaja en Mallorca.

«No hay mucho trabajo ahora. La pandemia ha marcado un antes y un después», reconoce mientras mastica un chicle. Marina le da todo el material que necesita, desde preservativos y lubricantes hasta mascarillas. La ruta continúa por otros dos conocidos clubes de alterne que parecen bares de música pero puede verse a mujeres tomando algo en la barra mientras esperan un servicio. «No queremos nada, aquí las chicas solo beben», justifica uno de los chulos, mientras ellas se muestran relajadas conversando en grupo.

Desde la sede

Metges del Món ofrece los martes, de la mañana a la tarde, un espacio donde las mujeres que ejercen la prostitución pueden acercarse para recoger material preventivo, hacerse test rápidos y conocer a las trabajadoras. Solo en 2021 se realizaron un total de 459 pruebas de VIH, sífilis y pruebas de embarazo.

En su consulta, M.C. recibe a una mujer de origen brasileño. Antes de entregarle los productos preventivos, le pregunta si tiene la tarjeta sanitaria y el pasaporte en regla, y si no es así le ofrece ayuda para actualizar estos documentos y su situación legal de residencia.

La mujer responde a las preguntas y pide una cita con la psicóloga del programa. «Yo he pasado dos ictus recientemente por la vacuna. No estoy bien y necesito apoyo», dice entre lágrimas. Lleva 15 años en España ejerciendo la prostitución. En su país ya se dedicaba a ello. Expresa que no es algo que quiera hacer, y que espera pronto tener la residencia para buscar otro trabajo.

«La prostitución es un mundo complejo», señala Marina, y con muchos movimientos que dificulta la localización de las chicas. El trabajo de programas como éste intenta ayudarlas en su salida, a buscarles un futuro mejor. «Cuando se sienten escuchadas y saben que te preocupas por ellas, lo agradecen». Es ahí cuando quieren salir», asevera.