El nefrólogo Oriol Bestard.

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El doctor Oriol Bestard (Barcelona, 1976) es nefrólogo y jefe de sección de la Unidad de Trasplante Renal del hospital Vall d’Hebron. Este martes hablará en Palma de la medicina personalizada en una sesión clínica de la Real Academia de Medicina.    

¿Cuándo es necesario un trasplante de riñón?
— Siempre que alguien tenga insuficiencia renal crónica terminal, que es cuando el riñón deja de funcionar, independientemente de la edad. Entre los más jóvenes suele ser por patologías hereditarias y, a medida que entramos en la edad adulta, está relacionado con los factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes o la hipertensión.

¿Cualquier paciente es apto?
— Prácticamente todo el mundo. Desde el punto de vista de receptores hay pocas causas para descartar, básicamente sería por un cáncer, porque un trasplante podría empeorar el pronóstico, o porque haya un problema quirúrgico con alguien a quien no se le pueda hacer una cirugía. Con el donante pasa más o menos lo mismo.

¿Cómo funciona la lista de espera para los trasplantes?
— España tiene una organización nacional de las mejores del mundo. Las listas de espera son de cada hospital, pero luego hay un sistema autonómico y nacional de pacientes con problemas de compatibilidad que se ponen en una lista común para aumentar sus probabilidades.

¿Cuál es el porcentaje de éxito entre los trasplantados?
— El trasplante es el mejor tratamiento, con diferencia, pero nuestro handicap es que no todo el mundo tiene donante. La supervivencia es prácticamente diez veces mayor a cualquier diálisis. Dentro del trasplante de riñón ha mejorado mucho la supervivencia del primer año. Hace 20 años era sólo del 50 % y ahora hemos pasado al 97 %. El paciente que pierde el riñón el primer año es porque es más complicado y entra dentro de lo que puede pasar. El problema es a largo plazo porque no ha mejorado pese a los nuevos tratamientos inmunosupresores. La batalla de la investigación es entender por qué no duran toda la vida y vuelven a la lista de espera. Una de las causas es la poca adherencia al tratamiento. La gente vuelve a recuperar su vida normal, que es lo que queremos, pero al cabo de los años, no sigue bien el tratamiento.

Ya se habla de trasplantes porcinos, ¿es viable?
— Hace 40 años que estamos detrás de esta alternativa, y las tres experiencias que hay son extraordinarias, pero todavía hay limitaciones para llevarlo a cabo. En el trasplante de órganos de animales queda mucho para entender cómo evitar el rechazo.

Tienen el encargo de investigar la respuesta inmunológica a la vacuna en trasplantados...
— Hay que ver la respuesta protectora de la vacuna para el SARS-CoV-2 en los trasplantes en general porque toman un tratamiento inmunosupresor y tienen las defensas más bajas. De momento sabemos que deben ponerse los recordatorios, pero no cada cuánto. Pierden la respuesta inmunitaria antes.

¿Les ha afectado la pandemia?
— Mucho. Fue un desastre, sobre todo en 2020, hubo una caída del 35/40 % de trasplantes, las UCI estaban ocupadas por COVID, lo que impedía tener otros tipos de pacientes, que son los donantes. Por suerte se ha ido recuperando, aunque no estamos a niveles de 2019.   

¿Hay pacientes que renuncien a hacer la diálisis en casa por el precio de la luz?
— No nos lo han pedido, pero es uno de los problemas que nos podemos encontrar, un efecto colateral más, y otro de los motivos para trasplantar porque es mucho más económico que cualquier diálisis.