Luidmila rehace su vida en la Isla tras huir de la guerra en Ucrania. | M. À. Cañellas

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Este domingo se cumplen dos semanas desde que Luidmila Roshchynska aterrizara en Mallorca. Lo hizo sola, después de que el férreo control que impide a los hombres abandonar Ucrania en estos días pusiera en duda el certificado médico que libera a su hijo, Alexei Roshchynsky, de combatir a causa de una incapacidad física severa. Llegó Luidmila, 73 años, hasta nuestra Isla para reencontrarse con su hija y con su nieta, Olga Zaginey. Ellas llevan dos décadas aquí, lo cual ha permitido a la mujer familiarizarse rápidamente con el entorno. De hecho, define Mallorca como «uno de esos lugares en la Tierra que te enamora a primera vista». Solo que, a diferencia de visitas anteriores, esta vez han sido las bombas las que le han obligado a abandonar su país.

Cuenta ella que no era su intención escapar de la guerra cuando hace ya más de un mes las tropas rusas comenzaron la invasión de Ucrania. Tenía Luidmila la firme voluntad de permanecer en Kiev, donde desde hace casi cuarenta años disfruta de un piso «encantador» en el centro de la ciudad. Pero sentir cómo las ventanas del salón temblaban por la caída próxima de un artefacto explosivo le llevó a cambiar de idea. Junto a su hijo Alexei, Luidmila hizo entonces las maletas, dispuesta a refugiarse en España para huir de un conflicto que «jamás» imaginó que llegaría a estallar. Fueron 800 kilómetros erráticos por carreteras secundarias desde la capital ucraniana hasta llegar a Eslovaquia, para acabar cogiendo un avión en Viena rumbo a Son Sant Joan.

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Los primeros días en Palma fueron los más difíciles, hasta que la pasada semana, superadas las trabas burocráticas, pudo por fin reunirse con Alexei para reiniciar su vida juntos, esta vez desde un apartamento ubicado en la calle Oms de la capital balear. Cuando llegamos a su vivienda, cedida de forma altruista por un conocido de la familia, madre e hijo están preparando la comida mientras no pierden ojo a las imágenes que emite la televisión ucraniana. Dice Alexei que resulta «muy duro» ver desde la distancia cómo el Ejército ruso arrasa Ucrania, pero estar conectados a las noticias les sirve para «no dar la espalda» a una realidad «impensable» para él hace un par de meses. Confiesa incluso que se siente mal cuando se siente bien, como si no tuviera derecho a un respiro emocional mientras sus compatriotas sufran el asedio de las tropas de Vladímir Putin.

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Olga, Alexei y Luidmila, en su casa de Palma con su gata ‘Sonya’, que trajeron desde Kiev.

Entre quienes han quedado allí se encuentran la novia de Alexei y los tres hijos de ella. Diversas circunstancias les han impedido por ahora abandonar el país, y una de sus mayores preocupaciones es lo que les pueda ocurrir en su ausencia. Nos cuentan Luidmila y su hijo que, de momento, no han perdido a ningún ser querido, pero admiten vivir con el corazón encogido mientras se suceden los ataques del ejército ruso sobre Kiev. Con la guerra enquistada y sin perspectivas de que se pueda llegar a un alto el fuego cercano en el tiempo, Luidmila no sabe dónde vivirá los años que le quedan por delante. «Depende de lo que se alargue el conflicto», suspira con un gesto triste, como si asumiera ya que, ante los destrozos causados en el país, resultará difícil volver a la Ucrania en la que vivía felizmente hasta hace apenas un mes.

En su nueva vida, Luidmila y Alexei pasan muchas horas en casa, pero también van entrando en contacto con el entorno. Ella ya ha podido conocer a algunos compatriotas recién llegados a Mallorca desde la zona de conflicto. Él se va a inscribir en la Escuela Oficial de Idiomas para acelerar el aprendizaje de castellano e integrarse rápidamente «en una tierra que nos ha dado una acogida excepcional». En ese proceso de adaptación les ayudará Olga, que hoy está ejerciendo como voluntaria de la Cruz Roja para que las personas refugiadas que llegan a Mallorca, muchas de ellas sin más idioma que el propio, se puedan entender con quienes les rodean. Aunque feliz por tener cerca a su abuela y a su tío, Olga sufre como propia la invasión de Ucrania mientras agradece la respuesta de la Isla ante una emergencia que durante los próximos meses requerirá de nuestra solidaridad con personas como Luidmila y Alexei.