Antoni Gayà posando en la calle Sant Miquel. | M. À. Cañellas

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Antoni Gayà (Sant Joan, 1970) no le convence el modelo de ciudad que se está imponiendo en Palma y en municipios de la Part Forana. La gente no sale a la calle, insiste, y el comercio de proximidad sobrevive a duras penas, acorralado hace tiempo entre la venta online y las grandes superficies, y rematado ahora por los efectos de la pandemia y la crisis derivada de la guerra de Ucrania.

¿Está el pequeño comercio llegando a un punto crítico?

—El comercio en general. En Afedeco tenemos comercios pequeños y no tan pequeños. Nosotros no venimos solo de la pandemia, sino de más atrás. Antes de la COVID ya organizamos una huelga de gran repercusión. El coronavirus lo acabó de agravar todo. Muchos o todos los comerciantes tuvieron que pedir préstamos y tirar incluso no solo de sus ahorros, sino de los de sus familiares. Los comerciantes estamos muy tocados. Y encontrarnos otra crisis como la actual nos ha acabado de hundir.

¿Cuánto comercios mató la COVID?

—En Mallorca más de un 30 %. Todos somos conscientes de los comercios que vemos cada día pero no de los que abren por temporada. Muchos no han vuelto a abrir ni lo volverán a hacer. En Sant Miquel o Jaume III no había nunca un local para traspasar y ahora hay locales directamente vacíos.

¿Los locales vacíos continúan siendo okupados?

—Seguimos teniendo los mismos problemas con eso. Además, se convierte en un doble problema porque te ves obligado a seguir pagando el alquiler aun con el local okupado. Son procesos muy largos que acaban con el local desaparecido.

¿La proliferación de grandes superficies es el principal problema del comercio de proximidad?

—El principal problema del comercio en general a día de hoy es Internet, no las grandes superficies. Éstas luchan de una manera diferente porque pueden abaratar costes y tampoco tienen nuestros convenios: pagan sueldos bastante ridículos, por ejemplo. En Internet se venden productos de segunda mano entre particulares sin impuestos de por medio. El comerciante tiene que pagar todos los impuestos. Por otro lado, no hay precariedad laboral más grande que la de los repartidores de Amazon. Además, ¿es ecológico llevar un paquete de China a Mallorca solo por tu pedido? ¿Un producto de cinco euros que además no va a volver a China si lo devuelves, sino que se va a destruir? Deberíamos ver las cosas en perspectiva. No pedimos que las armas del comercio tradicional sean mejores, sino las mismas que las de los demás.

Van surgiendo iniciativas como las plataformas para la venta online del pequeño comercio ¿Está más cerca la digitalización del sector?

—La poesía es poesía. Todo se aguanta escrito en un papel; como que el comercio tradicional pueda vender a través de Internet. Pero cuando haces números ves que se pierde dinero. Si en un momento delicado montas otro negocio para perder dinero arruinarás el que tienes. No es factible. Amazon es macroeconomía, no microeconomía como una tienda: juega con muchos factores como la Bolsa y ganan dinero con otras cosas, no solo con la venta online.

O sea, que Internet no es compatible con el pequeño comercio.

—Es muy complicado que funcione. Tienen que ser grandes plataformas. Es cierto que en esto trabajamos con el Govern, que quiere que el comercio se digitalice, pero creo que hay que hacer una gran plataforma.

O sea, que Internet es compatible con el pequeño comercio.

—Puede haber una vía pero estamos hablando de una vía que desconocemos porque no sabemos exactamente cómo funcionará ni qué respuesta tendrá. Si todo va bien podría ser que funcionara.

¿Tienen futuro las supermanzanas?

—En Mallorca estamos rodeados de agua y aquí no tienen por qué funcionar las cosas que funcionan en otras partes, como cuando hablamos de construir supermanzanas en Palma. En Barcelona funcionan porque los edificios tienen quince alturas y viven 3.000 personas. Las que se están proponiendo aquí son muy pequeñas, de 300 personas. No se van a crear entornos de convivencia, sino que se cerrará la convivencia entre entornos: estás aislando a esas personas. Son modelos difíciles de copiar.

¿Las ayudas al sector han sido las adecuadas?

Deberíamos haber tenido la verdadera ayuda en el momento en que lo estábamos pasando mal de verdad. En cambio se nos siguió cobrando el IBI, la basura... Todo. Igual habríamos salvado la mitad de tiendas que se han cerrado con ayudas a tiempo. La principal a día de hoy sería poner las condiciones para que la gente salga de nuevo a la calle. La gente ya no sale. Y en Palma cada vez viven menos palmesanos; se van al extrarradio porque la vivienda es más barata y acaban comprando en las grandes superficies del extrarradio. Nos estamos generando una manera de vivir impuesta por el sistema.

¿Se ha creado un clima hostil para los cruceros?

Los cruceristas están unas horas en Palma, consumen y se van. No consumen recursos. Es el cliente que nos conviene a todos. Podemos ponernos de acuerdo en algunas cosas pero no prohibir, porque si prohíbes muchos de esos cruceros se irán a otro destino y ya no volverán. En Cataluña y Andalucía les ponen alfombra roja, aquí les recibimos con pintadas de tourist go home.