Este lunes a primera hora ha llegado un grupo de refugiados ucranianos al puerto de Alcúdia. | Lola Olmo

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Un grupo de 11 niños y niñas procedentes de Ucrania han llegado en la madrugada de este lunes a Mallorca para refugiarse del horror de la guerra en casa de sus familias de acogida mallorquinas. La mayoría de estos menores había visitado la Isla durante las vacaciones de verano y de Navidad, pero esta vez su estancia será indefinida. Proceden de una casa de acogida para niños huérfanos o con otra problemática social situada en Bucha, una ciudad de unos 30.000 habitantes cercana a Kiev, la capital asediada. Y su periplo para llegar a Mallorca ha sido posible gracias a los voluntarios de la ONG Per Ells, que desde 2005 facilita su estancia temporal en la Isla durante las vacaciones o en régimen de estudios.

Los niños y sus cuidadores, más el otro grupo de 19 menores que llegan el martes, no regresarán a su hogar hasta que cesen «la luz de los aviones en el cielo», un símil que utiliza una de sus cuidadoras, Nastia, para evitar referirse a las bombas ante estos pequeños héroes.

Los niños desembarcaron en la estación marítima del Port d'Alcúdia hacia las 03:45 de la madrugada de este lunes. Habían viajado miles de kilómetros atravesando el continente europeo para escapar de los bombardeos a bordo de dos furgonetas conducidas por Xesc Nicolau y Miquel Jordi. Estos dos voluntarios recorrieron más de 2.400 km hasta la frontera con Polonia para entregar material de ayuda a los refugiados, y regresar con los niños tras otro tute de carretera, otros 2.300 km.

Estos dos payeses de profesión que se embarcaron sin pensarlo en la expedición, los 11 niños y sus dos cuidadoras salieron de Hungría hacia Eslovenia atravesando Italia hasta Verona, donde hicieron noche, para después bajar hacia Génova, de allí bordearon la costa hacia Montpellier y finalmente, Barcelona, donde se embarcaron gracias a la colaboración de Baleària. En total, tres días de viaje sin comodidades y algún mareo en el barco. Pese a todo, los niños llegaron cansados pero contentos, con sonrisas y un brillo en la mirada.

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Al llegar al Port d'Alcúdia, la solitaria estación marítima vivía una tensión especial, una mezcla de nervios y emoción entre las familias de acogida que les esperaban y miembros de la ONG Per Ells, entre ellos su fundadora, Esperança Seguí. Nada más abrirse las puertas de las furgonetas, los niños salieron corriendo a abrazar a sus padres de acogida, al grito de «¡mamá, papá!». Sonrisas y lágrimas se fundieron con cada abrazo entre estas criaturas inocentes y las familias que han hecho un hueco para ellos en sus vidas.

Adelina, Lisa y Anna, al fin juntas

Especialmente emotivo fue el reencuentro de tres hermanas. Adelina, la mayor, tiene 19 años y tras pasar varios periodos de vacaciones con su familia de acogida, llegó hace un año, al cumplir la mayoría de edad, para quedarse. Ayer, con este grupo llegaron sus dos hermanas, Anna, de 6 años, a la que llevaba sin ver un año, y Lisa, de 13, que vino de visita hace unos meses, sin imaginar que el destino de Ucrania las reuniría de nuevo tan pronto. Y de repente, el matrimonio Pol - Juan de Inca se convirtió en familia numerosa. «Nos animamos porque mi mujer tiene una peluquería y escuchó a una clienta contar que en vacaciones acogía a estos niños», explican mientras esperan la llegada de las niñas.

Cada una de las personas que esperaba a los niños de madrugada tiene sus razones para acoger, todas ellas desde la generosidad y la solidaridad. Un sentido del «donde comen dos comen tres» llevado a la práctica con valentía, pues la mayoría de ellos solo habla ucranio o ruso y es todo un reto. Ahora, mientras se resuelve su situación legal y se plantea su escolarización, los niños vivirán con estas familias de Palma, sa Pobla, Campanet, Pollença, Sant Joan e Inca, entre otros municipios.

Este martes llega un segundo convoy con 13 personas, entre ellas dos familias que habrán viajado también miles de kilómetros, esta vez desde Polonia. Pese a su alegría por poder alejarse del sonido de las bombas y del dolor en Ucrania, las cuidadoras explican que han dejado atrás a sus hermanos en la casa de acogida de Bucha. «A los que tienen 16, 17 años o más, no los dejan salir del país por si se tienen que unir al ejército de Ucrania; también hay otros niños que no quieren salir porque tienen miedo, pero espero que cuando las cosas se calmen, vendrán», explica Nastia, consciente de que los destellos en el cielo nocturno de Kiev, no son «solo aviones».