Imágenes del inicio de la jornada. | Angie Ramón

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Angie Ramón

Desde un hotel de carretera en la ciudad de Nimes, en la región de Occitania, al sur de Francia, el equipo se disuelve. Apenas descansados, el despertador marca las 06.00 horas de un jueves aparentemente soleado para tres de los ocho voluntarios del convoy mallorquín que emprenden el camino en solitario hacia Kisvárda, en Hungría. Para el resto del equipo amanece más tarde. Quedan en el párking de un hotel Ibis de la ciudad francesa para perfilar el itinerario a Núremberg (Alemania). Ya solo quedarán 1.300 kilómetros para llegar a Polonia. El segundo día de la ‘Operación Recogida’ para el grupo que se dirige a Przemysl culminó con doce horas sobre el asfalto, cruzando las principales ciudades del centro de Europa.

A pesar de que el cansancio se ha hecho notar desde primera hora del día de este jueves, algunos, como Marcos Cabrer, afrontaban el trayecto con optimismo: «Tengo ganas de hacer los kilómetros de hoy, aunque con cara de dormido». Los integrantes del otro grupo, Joan Soler, Miquel Jordi y Xesc Nicolau empezaron su viaje de forma agridulce. Unas pequeñas complicaciones los alejó del resto durante las primeras horas de viaje. «Al dejar Francia y entrar en Italia, Miquel se quedó sin conexión en el teléfono», relató Xesc, el ‘pagès’, mientras conducía su furgoneta. A media mañana, los voluntarios se volvieron a juntar: «Joan continúa más adelante, y yo y Miquel estamos uno detrás de otro. Nos vimos en Venecia los tres».

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La ruta

El coste de los peajes es, probablemente, lo que más está sorprendiendo al equipo que se dirige hacia Hungría por Francia, Italia, Eslovenia y Austria. «Atravesar solo un túnel, en las faldas de los Alpes, nos ha costado 60 euros», reconocieron sorprendidos estos voluntarios. El itinerario francés, para el segundo equipo, también contó con numerosas paradas en portazgos, aunque algo más económicos. Marcos, Raúl, Juanjo y Óscar sumaron este jueves hasta 831 kilómetros, doce horas de conducción casi ininterrumpida. Solo en dos ocasiones pararon los motores, primero para hinchar las ruedas y reunir a este pequeño convoy, disperso en ocasiones por las carreteras, y después para comer algo rápido antes de adentrarse en territorio alemán.

Raúl, Marcos, Juanjo, Óscar y Toni, en un área de servicio en Lyon.

«Mi récord de conducción en coche fue en  un viaje a Australia en 2017. Un amigo y yo hicimos 2.100 kilómetros en un día. A saco», recupera Raúl de sus memorias viajeras, el Willy Fog de Mallorca. A sus solo 44 años, este bombero del Consell ha recorrido medio mundo y escalado los principales picos del planeta: el monte McKinley (Alaska), el Kilimanjaro (África), el monte Kenia (África) o Dhaulagiri VII (Nepal); también ha formado parte de una expedición al Everest (Nepal), Mont Blanc (Francia) y un largo etcétera. Un modesto hotel familiar, al sureste de Nüremberg, recogió a la tropa agotada a última hora del día. Los cooperantes que se dirigen hacia Hungría recupearon fuerzas, como pudieron en sus furgonetas. La llegada al punto final se hará pesada este viernes, a falta de más de un millar de kilómetros para llegar a las fronteras, depositar el material sanitario y recoger a familias ucranianas. Todo, sumado a lo que verán por el camino, que será mucho.

Cuaderno de viaje
Angie Ramón

Un ameno segundo día

Angie Ramón

Ir en coche con Raúl López es indescriptible. Entre una experiencia sonora y un supermercado ambulante. Entre música del mundo, a todo volumen, y las numerosas bolsas de bollería, sándwiches y bebidas entre mis piernas, el segundo día de esta operación humanitaria es más amena. Durante la madrugada de este jueves despedimos a parte del convoy, y el resto continuamos hacia Polonia sin ser conscientes, todavía, de lo que veremos, dónde se descargará todo el material y quienes subirán a las furgonetas a la vuelta. De momento, los compañeros disfrutan del paisaje que regalan Francia y Alemania.
Un desayuno ligero en medio del párking despertó al pequeño grupo con el que nos dirigimos a la frontera polaca. Los amigos Juanjo y Óscar nos sorprendieron con ColaCao, galletas, leche y café. Todo ello, sacado de un misterioso recoveco de su furgoneta.
Varios sustos por la carretera nos acabaron desperezando. Conducir entre camiones, a veces, puede ser lo más parecido a una maratón por sobrevivir. En Alemania o en Francia, aquí los reyes son los camioneros. Pero es que Raúl no afloja el acelerador ni con diez tráilers delante.
Los compis se decepcionaron porque en Francia no encontramos ni un restaurante de carretera. Algunos, como Marcos, se empeñaron en que sí tenía que haber. Eso fue un error, porque la bofetada vino después de imaginar un menú a 10 euros bien completo. Error. Compramos ensalada y pasta preparada en un área de servicio y ‘va que chuta’.