Volodymyn y Nadia Freiruk, junto a su hijo, durante el acto con los medios de comunicación. | Teresa Ayuga

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Juliia Pohrebniak llegó este martes a Mallorca desde Kiev: «Mi hermano pequeño nos pregunta dónde están sus juguetes y cuándo vamos a volver y qué vamos a hacer ahora. No sabemos qué responderle». Los primeros refugiados ucranios que atiende Cruz Roja en Baleares han relatado este miércoles su historia. Volodymyn Frediuk estaba entrenando en Alcúdia cuando estalló la guerra. Ahora se ha podido reunir con su mujer, Nadiia y su hija Alisa. «Todo se ha quedado en Jarkov, nuestra casa, nuestra empresa». Ahora se alojan de forma provisional en un hotel facilitado por el Govern.

Juliia, de 26 años y Mariia Skydan se encuentran en Can Picafort. La primera tenía contacto con una familia de la localidad porque había trabajado aquí algún verano. Este martes se instalaron en la misma vivienda con otras once personas, entre ellos cinco niños. Relata cómo el 24 la vida les cambió: «Empezaron los bombardeos y vivíamos al lado del Aeropuerto». Cuenta que, desde su barrio en las afueras se oyen antes los misiles y las bombas que las sirenas. «Pensábamos que iba a acabar pronto», dice. Sin embargo, a los dos días su casa fue destruida en un bombardeo. Estuvieron cuatro días refugiadas en un sótano antes de atreverse a salir e iniciar el viaje por tren hasta Viena, desde donde llegaron el martes a Mallorca. «Los rusos dicen que solo bombardean objetivos militares y no civiles, pero, con todas las tiendas cerradas, una farmacia abrió y fue atacada».

Refugiados en Mallorca

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Nadiia ha recorrido durante cuatro días Ucrania para poder salir: «Teníamos miedo por la niña, siempre había aviones y drones». Recuerda a sus familiares que se han quedado en Ucrania. «No entendemos qué hacer».

Oleksandar Kazerin, que ejerce de intérprete explica las dificultades para contactar con seres queridos en las zonas más afectadas que carecen de comunicaciones. «No sabemos nada a veces durante una semana». Juliia añade que la falta de electricidad impide el uso de móviles en muchas ocasiones. «Jarkov es frontera, estábamos preparados y teníamos una maleta hecha, pero hasta el último momento no pensábamos que esto fuera a ocurrir». Coinciden en que su voluntad es «ayudar a Ucrania» y a la resistencia. «No queremos abusar de aquí», dice Volodymyn. Otra fase común: «No sabemos cuándo podremos volver».