Un momento de la actuación del cuarteto de cuerda de la Jove Orquestra de Baleares. | Pere Bota

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Lo comentó el presidente de la Cámara, Vicenç Thomàs, al finalizar el acto: «No sé si os habéis percatado de algo importante, que es la primera vez que se ha cantado ópera en el Parlament». Y con este resumen presidencial –refiriéndose a la actuación del cuarteto de cuerda de la Jove Orquestra de Balears y a Puccini– podría darse por concluido el comentario sobre el acto celebrado en el llamado Salón de los Pasos Perdidos del antiguo Círculo Mallorquín que, desde 1983 (el año de la aprobación del Estatut que se conmemoraba ayer) acoge la sede del Parlament. Podría darse por terminado el comentario pero todavía caben algunas anotaciones.

Una sirve para recordar que hubo algún tiempo en que interesaba escuchar el discurso de la persona que presidía la Cámara cuando su partido político no coincidía con el de la persona que presidía el Govern (y eso vale tanto para Maria Antònia Munar, Maximiliano Morales, Xelo Huertas o Balti Picornell). Entonces tocaba fijarse en si los discursos desafinaban    o iban en línea con el que se había oído la noche anterior en sa Llonja. Ahora ya no. No es que lo dicho    por Thomàs no desafinara con lo que había leído la presidenta Armengol anteayer. Es que parecía escrito (aunque, seguramente, no fue así) por la misma mano. Como mucho, donde la presidenta del Ejecutivo dijo Ley de Educación, el presidente del legislativo dijo Ley de Juventud.

Thomàs es un gran maestro de ceremonias, cualidad muy valorada para la parte institucional que supone presidir el Parlament. Pero también es un hombre de partido (es posible que pronto le nombren presidente del Consell Polític del PSIB) y pareció que a nadie se le pasó por la cabeza recordar que entre las competencias del Parlament está la de control del Govern. Nadie insistió demasiado en ello y tampoco se incluyó entre las lecturas de artículos del Estatut al artículo 40 que se ocupa del asunto. El acto, sí, tuvo algo más de público que el del año pasado pero todavía quedó lejos de los anteriores a 2020. Con mascarillas todavía y sin los canapés de rigor. Pero con la música de la (cuasi) normalidad y como esperando a que un bel di vedremo.