La presidenta del Govern, Francina Armengol, y la ministra de Turismo, Reyes Maroto.  | José Sevilla

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Si hace una semana unos pocos privilegiados podían jactarse de haber visto y tocado el texto de la famosa ley turística de Iago Negueruela, es probable que, siete días después, sean más quienes la han visto y enviado por Whatsapp a sus contactos que quienes no lo han hecho. Circulan borradores a diestro y siniestro y no hay día que pase que no llegue uno nuevo con alguna observación diferente al previo. Circula tanto borrador que hasta ha llegado a manos periodísticas uno de autoría misteriosa y desconocida del que el Govern reniega y asegura que no tiene nada que ver con él. El borrador existente, del que este periódico publicó un extracto mínimo, ha terminado siendo un invento y la ley inexistente se ha hecho finalmente corpórea en diversas versiones que empresarios y políticos se intercambian como cromos en algo así como un «te paso la versión tres si tú me das la seis».

Un vistazo a los documentos sobre los que trabaja el Govern permiten llegar a una conclusión rotunda: no hay letra pequeña. Los documentos que están sobre la mesa, en sus distintas versiones, recogen básicamente lo que la presidenta del Govern, Francina Armengol, y el conseller de Model Econòmic, Iago Negueruela, presentaron en Fitur. No hay más: ni cartas en la manga ni palomas en la chistera. Y eso explica el apoyo incondicional del sector turístico, ejemplificado en los elogios del hotelero Gabriel Escarrer al proyecto presentado. La ley recoge lo que se dijo que recogía, que se resume en tres puntos.

Uno de ellos es la obligación de que las empresas hoteleras cumplan un plan de circularidad ambiental con dispensa de que las instalaciones que deban construirse para ello no computen, como por ejemplo las instalaciones de depuración de agua. Otra medida es la obligación de cambiar las camas por otras elevables en un periodo de tiempo de seis años y con variedad temporal en función de la categoría hotelera. La tercera gran medida que recoge la ley es que todas estas mejoras hoteleras podrán hacerse con una declaración responsable que elimina trámites y agiliza todo el proceso

Una ley hotelera

Las sucesivas versiones han ido añadiendo otras cuestiones menos relevantes, como la introducción de una nueva categoría de hoteles, los hoteles de salud, y, en la última versión la obligación de que los propietarios de alquiler turístico registren laboralmente a sus propias ‘kellys’, las que limpian las viviendas. También hay distintas observaciones sobre la obligación de que esta oferta turística se mantenga en condiciones óptimas. La letra pequeña es tan pequeña que, a efectos políticos, es inapreciable. Y quién sabe si no será ese, finalmente, el gran problema de una ley que lleva el título de ‘turística’, pero que resulta más bien una ley de modernización de los hoteles o, si se me apura, una ley de transformación de los hoteles. No hay más de lo que se ve.

El PP con su presidenta, Marga Prohens, y otros sectores criticaban la semana pasada al Govern porque tenían miedo de qué podía decir la letra pequeña que no se mostraba y, una semana después, son algunos socios de Armengol , como Josep Castells (MxM) quienes critican lo contrario: que la ley se quede donde está. Los socios advirtieron ayer a Armengol que no darán apoyo a una ley que no incluya un proceso claro para la eliminación de plazas turísticas en las Islas, una reclamación a la que se puede sumar, por contagio, Més, como acaba de hacer con el asunto de la Religión en las aulas. Pero si el Govern amplía foco y convierte en ley turística lo que ahora es una ley de transformación hotelera lo va a tener muy difícil para contentar al mismo tiempo a Més y a los hoteleros. El peligro de abrir un melón es que uno no sabe qué se va a encontrar dentro hasta que no mete el cuchillo y Negueruela corre ahora el peligro, no de abrir un melón, sino de entrar en un auténtico campo de minas.

En el Govern aseguran que, mientras no se presente el proyecto de ley, todo es un borrador que puede pasar o no pasar. «No especularé», dijo el conseller el pasado lunes en una rueda de prensa, pero Negueruela corre el peligro de que todas las reuniones a las que acuda a partir de ahora para hablar del texto se conviertan en un ‘qué hay de lo mío’. Si quiere salvar lo que ya ha negociado y pactado, tal vez la estrategia es presentarlo tal cual se presentó en Fitur bajo el título de proyecto de ley de transformación hotelera de Balears. Si empieza a introducir elementos turísticos, se aventura a que, lo que ha empezado relativamente consensuado, termine siendo un auténtico guirigay de propuestas diversas, incluso desde las filas de sus propios socios de Govern.