Un momento de la entrevista con el obispo Sebastià Taltavull. | M. À. Cañellas

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La Iglesia católica, en las últimas semanas, ha vuelto al centro del interés periodístico. Las inmatriculaciones, la presencia de la religión en las aulas, los casos de abusos a menores... son temas de los que el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, aborda con franqueza en el transcurso de una larga conversación en la Casa de l’Església.

La última entrevista que concedió a este diario, monseñor, fue en abril de hace casi dos años, al principio de la pandemia. Ahora que ya se anuncia su fin, ¿qué reflexión hace?
— Durante este tiempo he vivido experiencias y vivencias personales, pero también he tratado de orientar la Diócesis. En todo momento he procurado transmitir esperanza y ánimo; hay gente que ha quedado muy afectada de manera psicológica y en sus creencias religiosas.

¿Cree que se ha producido el anunciado cambio en la sociedad?
— Hay un sector de la población que sí se pregunta qué ha pasado y hay otros que no quieren asumir su responsabilidad [en alusión a los negacionistas]. La pandemia ha afectado a numerosos aspectos, desde la convivencia a las nuevas formas de trabajo. Nosotros hemos tratado de evitar las grandes celebraciones y los fieles han mantenido una actitud muy responsable.

En la homilía del pasado Sant Sebastià denunció cierto acoso a la religión en las aulas...
— Es que parece que se quiere eliminar cualquier referencia a la religión en los centros educativos cuando una sociedad laica debe ser capaz de integrar a todas las religiones. El diálogo que mantenemos con la Conselleria d’Educació es muy positivo, pero ciertos anuncios inquietan a los profesores de Religión y a los colegios diocesanos y concertados. En los próximos días vamos a presentar a Educació una fórmula alternativa para la clase de Religión.

¿En qué consiste?
— Se van a seguir transmitiendo los principios de la religión católica junto al resto de las principales creencias. El hecho religioso también tiene una dimensión cultural y social que no se puede obviar, es innegable. Mire, las cifras de adultos que se quieren bautizar y confirmar no dejan de crecer, aunque sí es cierto que desciende la demanda de casamientos. A la hora de abordar todo lo relacionado con la religión parte de la sociedad denota ramalazos adolescéntricos, una aversión irreflexiva e injustificada.

Més per Menorca, junto con Unidas Podemos, defiende la exclusión de todo lo referente a la religión en los centros educativos. ¿Le sorprende?
— Sí, me ha sorprendido que no se entienda la voluntad de la Iglesia. A muchos de sus dirigentes les conozco personalmente.

La Iglesia católica está cambiando. Usted le ha dado un enorme papel a la mujer en la Diócesis...
— En el Consejo Pastoral hay más mujeres que hombres, como también han entrado laicos en el Consejo Episcopal. Es cierto que la sociedad en su conjunto apenas participa de la vida de la Iglesia y de los cambios que se están produciendo. Se vive de espaldas a la realidad y de la sensibilidad religiosa, incluso de lo sagrado. Un ejemplo de ello puede ser la labor de Càritas. Noto un proceso de descristianización, de una apostasía silenciosa. El gran problema que tenemos es cómo visibilizar la labor de la Iglesia.

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«Me queda un año para presentar mi obligada renuncia al cargo de obispo de Mallorca»

Estos días ha vuelto a saltar la polémica por las inmatriculaciones...
— Sólo entiendo la polémica desde la ignorancia. Que quede claro: el Obispado no quiere nada que no sea suyo y las posibles irregularidades se tienen que resolver de inmediato. Pero creo que también es justo advertir que todos los bienes tienen un provecho social. Nosotros no podemos especular con las propiedades; nuestra vocación es de servicio. Entre nuestros objetivos está la atención de los más necesitados y de los inmigrantes.

La concejal de Més en Cort, un partido muy cercano siempre a la Iglesia, Neus Truyol, les acusa de una actitud feudalista con este tema...
— Es una expresión inadecuada refiriéndose a la Iglesia actual.

¿Qué conclusiones ha sacado de la reciente visita ‘ad Límina’ al papa Francisco?
— En las últimas semanas he tenido dos ocasiones para poder hablar con él. En ambas me ha transmitido una enorme cercanía a la realidad de la Diócesis de Mallorca. Durante el intercambio de opiniones con el resto de obispos que le visitamos en el Vaticano nos pidió proximidad con la gente y personalmente está impresionado con el fenómeno de la inmigración y sus consecuencias.

Hay sectores de la Iglesia que cuestionan algunas de sus opiniones. La más reciente, por ejemplo, sobre la homosexualidad... No cabe duda de que el papa Francisco es un punto y aparte en su intención de modernizar determinados postulados de la Iglesia.
— El papa Francisco me da la impresión de que es un hombre muy libre y un apasionado de Jesús. Le confieso que, a título personal, considero que en algunas cuestiones todavía podríamos ir más rápido en este proceso.

La acumulación de casos de abusos a menores es un escándalo permanente. Este tipo de comportamientos en numerosos países, incluido España, obliga a sospechar de la connivencia de la propia jerarquía...
— Es cierto que desde la Iglesia católica tenemos que recuperar la credibilidad en todo este asunto y creo que hay una voluntad de aclarar todos los casos; debemos ser transparentes y ponernos al lado de las víctimas. Que no se dude. En estos temas de tolerancia cero, el rechazo es total. Y le añado, no niego el encubrimiento y la laxitud en el pasado, pero lo importante es cómo se actúa ahora y la posición en toda esta cuestión es radical.

No faltan voces que apuntan a que este tipo de comportamientos cesarían si se eliminase el celibato. ¿Qué opinión tiene al respecto?
— Es cierto que eliminar el celibato siempre es una posibilidad. Desde mi punto de vista, que he expresado en diversas ocasiones, debería ser una opción personal. Creo, no obstante, que éste no es el principal problema de la crisis vocacional de la Iglesia. Pienso que la crisis es más de vida y de valores cristianos. En Oriente, por ejemplo, no se exige el celibato para ejercer el sacerdocio.

Da la impresión de que está muy sensibilizado con el conflicto entre Rusia y Ucrania. En la Diócesis hay muchos fieles de ambas nacionalidades y ha organizado una serie de plegarias conjuntas.
— Hay muchos intereses cruzados y considero que es muy importante escuchar qué dicen las comunidades ucraniana y rusa de Mallorca. Lo trascendental es que se imponga la vía diplomática; de lo contrario, los que saldrán perdiendo, como siempre, serán los más vulnerables.

El pasado viernes cumplió 74 años. En 2023 deberá presentar su renuncia al Papa. ¿Qué piensa hacer en el futuro?
— Es cierto que me queda un año para presentar mi obligada renuncia al cargo de obispo, será el 28 de enero de 2023; a partir de ese día el Papa decidirá quién me sustituirá. A título personal le digo que lo que me gustaría sería volver a ejercer en una parroquia; no tengo pensado todavía si en Mallorca o Menorca.

¿Será el momento de un obispo mallorquín?
— Desconozco si me pedirán que sugiera algún nombre, pero de lo que estoy seguro es que en la Diócesis de Mallorca hay personas que están perfectamente preparadas para asumir el cargo.