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El 10 de marzo de 1895 la polacra goleta 'Trinidad', un velero de carga relativamente destartalado, era engullido y enviado a las profundidades por un fuerte temporal en el estrecho de Gibraltar. Otros bajeles mucho mejores como el 'Reina Regente', uno de los buques más emblemáticos de la marina de guerra española fabricado en Glasgow y de 4.662 toneladas, también zozobraron ese día en el punto de contacto entre dos mundos, el norte y el sur. Cuentan las crónicas del momento que el temporal fue de aúpa. La 'Trinidad' navegaba con ocho hombres a bordo, todos mallorquines, a las órdenes de Guillem Llull i Socias. Todos perdieron la vida aquel día en el mar.

Nada más conocerse los hechos causaron una fuerte conmoción en la sociedad palmesana de la época, algo que se plasmó en las páginas del diario La Última Hora, decano de la prensa balear desde 1893 y germen de esta publicación que tienen entre manos, actual líder del sector de la comunicación en Baleares. Reflejo de ese impacto es la evidencia de que incluso se compusieron romances y canciones populares que loaban y recordaban a las víctimas de la furia del mar, a pesar de que por aquel entonces estos accidentes eran mucho más frecuentes. Ya se sabe, la seguridad marítima y los medios tecnológicos quedaban a años luz de la actual forma de surcar las aguas, donde priman los sistemas de información en tiempo real y materiales que por aquel entonces se antojarían como pura ciencia ficción.

Tal y como sucedía en las Islas vecinas la vida de Palma era mucho más marinera de lo que uno podría pensar viendo cómo transcurren las cosas en la actualidad. Como observamos en este anterior reportaje que analizó el último viaje de la goleta 'La Amistad', el mar y el oficio marinero era una de las pocas salidas que los isleños del siglo XIX tenían al alcance de la mano como forma de prosperar sin fiarlo todo a la emigración a América o el sur de Francia. Con toda seguridad tanto el capità Llull como sus tripulantes eran de ese tipo de personas adiestradas en mil y una vicisitudes, cuando mandan los rigores del salitre y las olas imponen su ley. A pesar de ello nada pudo hacerse por salvar la embarcación ni las vidas de sus ocupantes.

Qué sabemos del último viaje de la 'Trinidad' de Llull y los suyos. Zarpó en una mañana de febrero del puerto de Palma rumbo a Cardiff, en Gales. La escritora Rosa Planas publicó hace unos años las siguientes líneas, también en este periódico: «Con la esquela del malogrado capità Llull, La Última Hora anunciaba su intención de publicar un número extraordinario, destinado a aliviar la desgracia de las familias afectadas por el naufragio», «una tragedia humana (...) que marca con estética de exvoto el pensamiento de los mallorquines, que siempre han visto en el mar el principio y el fin de sus aspiraciones».

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Para Planas nos hallamos ante un relato donde «no faltan elementos novelescos, trágicos e, incluso, poéticos». La coincidencia o la fatalidad quisieron que junto al 'Trinidad' se hundiera uno de los estandartes de la Armada española, con más de 400 marineros a bordo que encontraron el mismo fin que los lobos de mar mallorquines. Aun hoy este se recuerda como uno de los peores episodios de la historia más o menos reciente de la marina española, por el alto coste en vidas humanas de una jornada funesta, y tal vez empañó la noticia del 'Trinidad' que sin embargo a nivel balear sí obtuvo toda la repercusión que una situación de esta magnitud requiere.

Capità Llull, un naufragio y una leyenda familiar
El nombre de los hombres de mar que hallaron su muerte y una composición poética en su honor, todo ello publicado en 'La Última Hora' los días del suceso. Foto: Archivo Ultima Hora.

Tras 50 largos días sin noticias del paradero de la goleta llegó el momento de hacer oficial su pérdida. La mala noticia se publicó en los diarios y a ello le sucedieron el estupor y la solidaridad. Se produjeron múltiples donaciones públicas y privadas, todas ellas desinteresadas en favor de las víctimas, e incluso se organizaron funciones benéficas en distintos teatros de la capital balear para recaudar fondos para ayudar a las familias de los desaparecidos, que en la mayoría de los casos habían perdido de forma sorpresiva a la única persona que ingresaba una cantidad de dinero de forma periódica en el hogar.

A quien le haya interesado esta historia, aquí va una más que oportuna recomendación literaria. El escritor mallorquín Miquel Àngel Llauger plasmó en su día la historia de su bisabuelo real en L’anell del capità Llull (Lleonard Muntaner). Una historia de un naufragio real con retales de cómo se transmiten las hechos importantes y definitorios a través de las generaciones en las familias. Cómo el recuerdo de un antepasado hombre de mar puede encarnar la piel del protagonista de una pequeña fábula familiar.

Esta fábula cuenta que el capità Llull tuvo un pensamiento clarividente y por algún motivo que se nos escapa creyó que ese podía ser su último viaje, del que jamás regresara. Por eso mandó poco antes de zarpar a un grumete o al·lot de barca a hacer un encargo: debía llevarle sin falta un paquete a su esposa en el que escondió algo muy preciado. Eso fue lo que lo mantuvo a salvo, a él y a la tremenda casualidad que conocemos hoy, más de un siglo después.

El libro también recoge la historia de las navegaciones del capità Llull a través de la información de los cuadernos con que trabajó y otros documentos históricos. Han llegado a nuestros días guardados en una caja de recuerdos en la que Llauger encontró un poema ajado y amarillento que glosa la tragedia de la 'Trinidad' y recortes de prensa de la época que dan cuenta de que toda una colectividad como Mallorca actúa al unísono frente a la pérdida. Con estos elementos y sus recuerdos construyó su relato.