A finales de verano, con la vacunación, los ambulatorios recuperaron la normalidad.  | Toni Planells

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Crece el bucle de la saturación en Atención Primaria a la que la Sociedad Española de Medicina familiar y comunitaria (Semfyc) ha puesto cifras: las consultas a los médicos de familia suben un 33 % respecto a la era prepandemia con cerca de 40 citas durante la jornada laboral, y los pacientes esperan una media de 9,33 días para que les reciba su médico de cabecera, en un contexto en que la COVID lo envuelve todo.

Los cambios de protocolos y la diversidad de criterios a la hora de aplicarlos; los retrasos hospitalarios a la hora de citar a pacientes o dar resultados de pruebas; el alto índice de bajas entre la plantilla de personal, y la COVID, que no da tregua con más de 4.000 casos al día, son el perfecto calvo de cultivo para que a diario se vea una avalancha de pacientes en los centros de salud. La peor parte es que la gran mayoría acude allí por problemas burocráticos, o simplemente para desahogarse, lo que deja mella en la salud mental de los sanitarios.

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«Antes teníamos unas 30 consultas diarias, 32 con urgencias, ahora hay días en que pasas de las 50», explica el presidente del Col·legi de Metges de Balears (COMIB) y especialista en medicina familiar y comunitaria, José Manuel Valverde. «Por edad yo no llevo a pacientes COVID y veo a mucha gente que está pendiente del hospital (ya sea de una cita, una prueba o de los resultados) que viene a quejarse», dice. «Tampoco ayuda el sistema de gestionar las bajas. Muchos pacientes vienen porque no reciben el SMS con el resultado de su test en un tiempo prudencial y se quedan en el limbo», añade. «Por lo que comentan las administrativas hay bajas que se están tramitando a día 31 de diciembre», relata Valverde. «La gente se angustia y viene de Urgencias para quejarse, es el caos absoluto».

Este especialista explica que las colas para acceder a admisión pueden llegar a dar la vuelta a la manzana y el caso de su centro de salud, en Marratxí, no es aislado. Por otra parte, «llaman porque no les dicen nada de InfoCOVID, llaman porque quieren una baja… y al final, con tanta llamada, puede que no atiendas a quien lo necesita. Son vasos comunicantes que fracasan uno tras otro y acaba todo en Primaria». Este fatídico panorama laboral, día tras día, hace mella en la salud mental de muchos trabajadores que llevan casi dos años trabajando en un contexto extraordinario. «Hay mucha gente que se plantea seriamente dejar la profesión pero la mayoría tiene una especie de vergüenza que le impide hablar de ello. Pasa incluso en mi propio centro de salud con personas que son muy válidas y comprometidas», añade el doctor Valverde.

Ya son muchas las voces que hablan de un final de la excepcionalidad sanitaria una vez remita esta sexta ola cuya previsión es llegar a contagiar a la mitad de la población en menos de dos meses. La publicación de Semfyc plantea cinco ideas para mejorar la gestión. La primera pasa por asumir que el SARS-CoV-2 es un virus que se va a quedar por lo que es esperable que todo el mundo llegue a contagiarse. Por otro lado, destaca la importancia de las vacunas, cuya evidencia y equidad es prioritaria, y de que la comunicación siempre se dirija a una sociedad adulta. Para recuperar la vieja normalidad, asegura la sociedad de médicos de familia, hay que proteger a los más vulnerables y dejar de hacer rastreos y cuarentenas cuando aumenten los contagios de forma exponencial para no saturar el sistema, tal y como está en estos momentos.

El apunte

Motín en Nochebuena, en el centro de salud de Martí Serra

La saturación lleva a la impaciencia de mucha gente que a veces reacciona de forma agresiva. Crece la tensión social aunque por motivos claramente egoístas. El pasado 24 de diciembre se agotaron los test de antígenos en las farmacias de Marratxí y se formó una larga cola frente el centro de salud Martí Serra. «Los trabajadores estuvieron a punto de llamar a la policía por el ‘cristo’ que se formó fuera, pedían pruebas para ir a cenar en Nochebuena y algunos se pusieron muy agresivos», relata el doctor Valverde. «Se nos han olvidado los aplausos del principio».