Recreación del ecosistema en Mallorca hace 250 millones de años. | Redacción Digital - ICP

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Las rocas de la Serra de la Tramuntana de Mallorca revelan un diverso ecosistema con casi 250 millones de años de antigüedad, una zona de grandes ríos y llanuras con un clima tropical, concluye una investigación liderada por Rafel Matamales, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP). Matamales, recién nombrado conservador del Museo Balear de Ciencias Naturales, ha publicado una investigación sobre la fauna y flora de esta zona en aquella época. En concreto, el estudio analiza unas de las rocas más antiguas de Mallorca, situadas en varios puntos de la Sierra de la Tramuntana. "Hace 247 millones de años, esta zona ahora escarpada y abrupta de Mallorca tenía un aspecto muy distinto: debemos imaginar una zona de grandes ríos y llanuras de inundación con un clima tropical", ha explicado Matamales en un comunicado.

La investigación muestra que hace casi 250 millones de años, en el período Triásico medio, el planeta tenía un aspecto muy distinto al actual y la mayor parte de la tierra emergida estaba agrupada en un único supercontinente, Pangea. En una zona próxima al ecuador terrestre de esta gran masa de tierra se encontraba lo que mucho tiempo después se convertiría en la isla de Mallorca. En la nota de prensa se explica que, pocos millones de años antes, la vida en la Tierra sufrió la extinción más devastadora jamás conocida, un episodio de grandes erupciones volcánicas que provocaron enormes emisiones de gases de efecto invernadero, desencadenando un cambio climático que hizo desaparecer entre un 80 y un 95 % de todas las especies que había en ese momento.

Las condiciones de esta zona permitieron que las comunidades biológicas se recuperasen tras esta gran extinción, como atestigua la gran diversidad de flora y fauna fosilizadas en estas rocas de Mallorca. «En los depósitos correspondientes a ríos y charcas -ha señalado el investigador- hemos encontrado fósiles excepcionalmente bien preservados de crustáceos, insectos y peces». En concreto, se han identificado cuatro especies de ninfas y dos adultos de efemerópteros, unos insectos emparentados con las libélulas, alas de cucaracha y un pez. También abundan los concostráceos, unos crustáceos cuyo aspecto recuerda al de una pequeña almeja, aunque no están emparentados con los bivalvos.

En los depósitos correspondientes a la llanura de inundación se han identificado rastros de escarabajos, tortuguitas (unos pequeños crustáceos conocidos también como triops) y otras larvas de insectos. Incluso se han hallado huellas de cuatro reptiles diferentes, parecidos a las salamandras actuales, cerca de uno de estos antiguos ríos. La flora asociada a este ambiente se caracterizaba por la presencia de helechos, colas de caballo (equisetos) y coníferas. Incluso se han encontrado conos de coníferas (piñas) que todavía contienen polen. «Toda esta flora y fauna, conjuntamente con la información que nos proporciona la geología, nos hace pensar en un ambiente con mucha agua circulante y también zonas con charcas y agua estancada durante la estación húmeda, que probablemente se secaban parcialmente durante la estación seca», afirma el investigador.

Uno de los aspectos más interesantes de esta investigación es que esta fauna y la flora es parecida a la que aparece en el centro de Europa en la misma época, lo que revela una conexión biogeográfica entre estas dos zonas, aunque estaban separadas por una gran cordillera que se extendía por gran parte de la actual Europa. Por lo tanto, o bien estas montañas no eran lo suficientemente altas para impedir el tránsito de la flora y la fauna, o bien había corredores que permitían la circulación de los animales, según este estudio. Además de Matamales, el equipo de investigación estado está formado por Enrique Peñalver (Instituto Geológico y Minero de España, CSIC), Eudald Mujal (Staatliches Museum für Naturkunde Stuttgart), Oriol Oms (Universitat Autònoma de Barcelona), Frank Scholze (Institut für Geowissenschaften, Friedrich-Schiller-Universität Jena), Josep Juárez (Museo Balear de Ciencias Naturales), y Àngel Galobart y Josep Fortuny (Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont).