Los ahora enemigos Pere Soler y Xisca Mora en una foto del pasado año. | Redacción 20M

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Lo que empezó como un matrimonio de conveniencia entre la antigua Lliga Regionalista y Convergència per les Illes para lograr representatividad política para el mallorquinismo de centro se ha transformado en una guerra fratricida y visceral. Una lucha sin límites en la que ya ha se han dado casos de espionaje informático y acusaciones de traición, transfuguismo y utilización ilícita del dinero que las instituciones públicas vierten al PI.

Así las cosas, el guion de la película romántica que protagonizaron Jaume Font y Josep Melià en 2015 y que tuvo sus secuelas con la incorporación de Antoni Pastor, la renuncia de Font o el nombramiento de Antoni Amengual como presidente del PI en el último año ha dado un giro. El rumbo del partido ha virado hacia un film bélico, con escenas de espionaje y acción a lo James Bond que podría acabar como una cinta apocalíptica con la extinción del partido que hoy conocemos.

Espionaje informático y desconfianza podría ser el título del capítulo que se relata tanto en el sector oficialista como en el crítico. Se tiene constancia de que se han instalado programas de recuperación de documentos en varios de los ordenadores que se manejan en el partido y se han almacenado cientos de datos. Un movimiento que se podría interpretar como la antesala a una ‘guerra fría’, con su pertinente acumulación de armamento y de bombas informativas.

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La primera batalla sin máscaras y de cara al público de la guerra que cada vez se recrudece más fue la destitución de Xisca Mora como portavoz del PI en el Consell de Mallorca. Un movimiento que el sector crítico, del que forma parte el nuevo portavoz Pere Soler, explica como un golpe encima de la mesa. Un toque de atención que quería dejar claro a la actual dirección del PI que en el Consell no puede actuar unilateralmente y que los movimientos se tienen que consensuar con los consellers insulars que ocupan su silla en le pleno de la institución insular. Y en ese escenario todavía se guardan ases en la manga porque Mora conserva la dedicación exclusiva y su sueldo en el Consell. Unos elementos que los críticos aún podrían modificar.

La dirección ha reaccionado acusando de tránsfugas a los consellers insulars Pere Soler e Isabel Febrer. Una acusación que esta semana han explicitado tanto Josep Melià como Xisca Mora. Eso coloca a los dos consellers insulars críticos ‘de facto’ fuera del PI. Eso por su supuesta voluntad de formar un nuevo partido que daría cobijo a todo el sector crítico del PI. Ellos lo niegan pero entre el llamado sector rebelde nadie esconde que esta era una posibilidad que estaba encima de la mesa desde antes de la renuncia de Antoni Amengual como presidente del partido. Era una estrategia para plantar cara a Josep Melià que ahora se vuelve a analizar desde el sector crítico en las reuniones periódicas que se mantienen a espaldas de la dirección del PI. Unos encuentros que se producen a la espera de que el comité de disciplina se pronuncie sobre la actuación de Pere Soler e Isabel Febrer en el Consell y también sobre las supuestas irregularidades cometidas en el congreso del partido que denunciaron los rebeldes del PI.

La reunión del Comité de disciplina será quizás la última posibilidad de acercar posturas entre los dos sectores del PI. Los miembros del comité tienen la difícil tarea de analizar los recientes movimientos en el grupo del PI en Consell y también de discernir si tienen fundamento las denuncias que los críticos han hecho sobre la organización y el desarrollo del pasado congreso del partido. Un congreso en el que se empezó a visibilizar y a hacer pública la división existente en la formación sin que desde entonces haya habido movimientos para intentar volver a una mínima unidad.

Todo está preparado para una eventual batalla y tanto en un bando como en otro están dispuestos a airear trapos sucios. La documentación existente es importante y además de cuestiones personales sin interés político existen facturas y documentación que podrían comprometer a más de uno.