La soledad puede provocar tristeza y malestar a muchas personas. | Freepik

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La soledad se está convirtiendo en una de las pandemias del siglo XXI, ya que cada vez son muchas las personas que viven solas, ya sea por voluntad propia o porque el destino ha decidido por ellas. La coach personal y de salud, Marga Almarcha, expone que según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) casi 5 millones de hogares españoles están ocupados por una sola persona. «Los datos son muy significativos sobre todo en personas mayores de 65 años donde se ha visto incrementada esta soledad en un 6 por ciento respecto al año anterior».

A su modo de ver, «vivir en soledad puede representar un gran desafío, sobre todo cuando viene sobrevenida por la muerte de un familiar o por una ruptura traumática donde pasar el duelo a solas puede suponer una carrera de obstáculos. Y, cuando hablamos de personas mayores de 65 años, quizá se antoje como escalar el Everest. Sea como sea, la soledad es un sentimiento que en la mayoría de las ocasiones no se desea y del que, como seres sociales que somos, tendemos a huir; aún así todos en algún momento de nuestra vida la hemos podido sentir en mayor o menor intensidad».

¿Cómo nos afecta la soledad?

La coach explica que «sentirse solo no va únicamente ligado a no tener compañía, en muchas ocasiones se puede sentir soledad aún estando rodeadas de personas siendo sus causas variables, englobando factores sociales, mentales, emocionales y físicos. Al mismo tiempo, las personas que viven solas por circunstancias no deseadas pueden experimentarla incluso con un aislamiento social, alejándose de actividades que conlleven una interacción con otras personas lo que todavía genera en ellos más vacío, lo que a su vez es más dañino». En ambos casos, Almarcha expone que «la soledad estará asociada a sentimientos de incomprensión, tristeza y, en algunos casos, inseguridad. Estos sentimientos no hacen más que aumentar nuestra sensación de no querer tener contacto con los demás al sentir que no se comparten los mismos valores y preferencias, por lo que poco a poco se dejan de hacer las cosas que antes gustaban en pos de estar más solo en casa, donde sí se puede encontrar esa seguridad que tanto se busca».

«Como seres humanos necesitamos contacto y sentirnos que pertenecemos a un grupo, entre otras muchas necesidades humanas, con lo que si estás necesidades no están satisfechas corremos el riesgo de buscar estrategias para cubrir este vacío que, en muchos casos pueden ser perjudiciales como por ejemplo la comida, la bebida, el juego online o el mundo virtual. Así que es muy importante estar atentos ante ciertos comportamientos perjudiciales que nos hagan llevar conductas poco saludables para nuestra salud».

Por otro lado, la coach precisa que «la soledad no solo afecta a la salud emocional, sino que también la física se ve influenciada por trastornos del sueño o alimentarios. Si hablamos del colectivo de personas mayores de 65 años y que viven solas, nos daremos cuenta que son más propensas a padecer hipertensión y enfermedades coronarias que, unido a que tienen más posibilidad de sufrir accidentes en el hogar, tenemos ante nosotros un colectivo al que prestar verdadera atención». En este sentido, apunta que «para poder convivir con la soledad se hace necesario reconocer la dificultad que nos genera este estado, y pedir ayuda para poder ir poco a poco saliendo, antes de que nos pase factura y perdamos el interés por el día a día y por todo aquello que nos llamaba la atención».

¿Cómo podemos hacer de la soledad nuestra aliada?

Almarcha argumenta que «las emociones además de ser las mensajeras de necesidades no satisfechas también nos aportan una intención positiva, aunque en muchas ocasiones nos cueste conectar con ella. En el caso de la soledad, es importante cambiar la mirada respecto a ella y verla como algo más que estar sin compañía. En este sentido la soledad nos puede aportar un cambio en la forma en la que tenemos de relacionarnos y de buscar nuestro propio bienestar, si realmente estamos dispuestos a ser proactivos; por lo que encontrar una forma de contribuir a través de acciones donde inviertas tu tiempo y que generen dicha te pueden ayudar por un lado a sentirte más feliz y por el aspecto más social, te pondrá en contacto con gente que vaya en tu misma sintonía».

Otra forma de utilizar la soledad como aliada es «hacer cosas que antes no hacías como por ejemplo unirte a un grupo o club en el compartáis interese comunes y te lleve a hacer actividades de las que disfrutes. Tienes la oportunidad de dedicarte más tiempo a ti, a conocerte en todos los aspectos sobre todo a saber lo que quieres y necesitas de una forma más específica, tan necesario por otro lado para saber poner límites. Al mismo tiempo, puedes aprovechar este tiempo tan valioso para cuidar tu alimentación, hacer deporte, dormir…».

Para concluir, expone que «la soledad en muchos casos nos pone delante otra emoción más fuerte que ella, el miedo… este miedo a estar solo en muchas ocasiones no nos deja ver el aprendizaje que nos puede regalar la soledad. Sea como sea el camino que te ha llevado a ella, lo cierto es que una vez que la sientes, no te queda más remedio que convivir con esta nueva compañera de piso. Mirarla desde la curiosidad, siendo consciente de que, aunque en un primer momento nos va a costar adaptarnos, puede aportar calma al poder disponer de más tiempo a solas para conectar con nosotros mismos».