Foto de familia de las hermanas capitulares de la congregación, en Son Fe.

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Martina Moncadas Adela (Palma, 1977), con raíces mureres por parte de padre, fue elegida el pasado día 6 de noviembre en la Casa de Espiritualidad de Son Fe (Alcúdia) superiora general de la mallorquina congregación de Agustinas Hermanas del Amparo, fundada por el padre Sebastián Gili. Al acto asistieron, además de las hermanas capitulares (que tienen los votos perpetuos), el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, y el padre claretiano Luis Alberto Gonzalo, asesor capitular. Martina, a quien le gusta cantar, tocar la guitarra, comer helados y pasear, añoraba Mallorca según explicó. Ahora afronta este nuevo cargo con alegría y mucha ilusión, consciente de la gran responsabilidad que conlleva estar al frente de una congregación que cada vez lleva más lejos en el mundo su misión y su apostolado.

¿Qué ha representado para usted ser elegida para este cargo?

—Para mí simboliza el ser la mayor servidora de mis hermanas, que viene a ser todo lo contrario de lo que aparentemente pueda parecer.

¿Cuándo sintió la vocación de ser monja y por qué eligió esta congregación?


—Yo soy agustina desde los tres años, porque he estudiado en el colegio de Santa Mónica de Palma. Empecé a sentir que Jesús era muy importante desde que hice la primera comunión y poco a poco fui descubriendo lo que Dios quería para mí. Hice los votos perpetuos el 13 de noviembre del año 2004 en Honduras. En cuanto a la congregación, fue porque siempre me he identificado con ella y nunca me planteé ninguna otra.

Martina Moncadas tiene raíces ‘mureres’ por parte de padre.

¿Dónde ha desempeñado su vida religiosa y a partir de ahora dónde residirá?

—Estuve en el colegio de Madrid; en el colegio del Pont d’Inca y en San Pedro Sula (Honduras), donde he estado 22 años. A partir de ahora residiré en Palma, pero desarrollando una misión itinerante junto con las demás hermanas del consejo.

¿Qué ha representado estar dos décadas en Honduras?


—Para mí ha representado los años en los que he podido desarrollarme más como consagrada. Allí desempeñaba distintos trabajos pastorales en la iglesia, además de atender un dispensario médico, un centro de día para mayores y una escuela bilingüe (español e inglés). No todo a la vez, por supuesto, y contando con la inestimable ayuda de quince hermanas de la congregación y un grupo de laicos comprometidos.

¿Cómo ven la labor de esta congregación mallorquina universal las personas atendidas?


—Bien. La gente colabora mucho con nosotros. Recibimos muchas ayudas en ropa, comida y regala su tiempo para ayudar. Ven a la congregación muy entregada, comprometida y muy sensibilizada con la realidad.

¿Cómo se ha convertido en una congregación universal?


—La presencia de las hermanas en tierras de misión invita a otras jóvenes a cuestionarse y, atraídas por el carisma del fundador, el padre Sebastián Gili, deciden consagrarse a Dios. Esto ha hecho posible dos nuevas fundaciones: una en 2005 en Nicaragua y en 2016 en Panamá.