María Rodrigo Yanguas.

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María Rodrigo Yanguas (Madrid, 1990) es maestra de la Federación Internacional de Ajedrez y doctora en Psicología Clínica. El sábado interviene en PAula en una charla en la que aborda cómo el deporte mental ayuda a trabajar emociones y tiene incluso un valor terapéutico.

El título de la charla es ‘De peón a peatón’, ¿a qué se refiere?
— A cómo podemos acercar el ajedrez a la calle. Los peones se mueven de uno en uno y para mí eso significa la constancia. Necesita avanzar cinco pasos hasta que se pueda convertir en la pieza que él quiera. Nos representan mucho a nosotros como personas.

Habla de emociones, ¿No se supone que el ajedrez es algo muy racional?
— Es una herramienta cognitiva y emocional. Podemos usar el ajedrez como un herramienta mental y emocional. En la charla explicaré cómo emplearlo a nivel cognitivo, de inteligencia emocional para la resolución de problemas, habilidades sociales y en la toma de decisiones. Será un enfoque muy práctico, contando mi experiencia.

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Usted lo emplea para entrenar emociones como el fracaso.
— Yo empecé con cinco años porque mis padres decidieron apuntarme, era una niña muy movida, no paraba quieta. Siempre digo que han sido los primeros en el ajedrez terapéutico. Lo que veo cuando trabajo es la tolerancia a la frustración, el saber perder. Desde los cinco años estoy acostumbrada y sé que soy la única culpable de esa derrota por mis decisiones al mover las piezas. Saber gestionar esas pérdidas implica autoconocerte y buscar soluciones ante ese fallo o ante esa experiencia igual que se puede hacer ante el suspenso en un examen.

Las propias piezas marcan mucho una jerarquía, ¿no?
— Ciertos roles. Es como una guerra, un bando contra otro. Es curioso porque al rey siempre hay que avisarle cuando se le amenaza y nunca se le puede sacar del tablero. Hay una parte de cultura.

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Ha investigado cómo aplicarlo a pacientes con trastorno de déficit de atención, ¿cómo?
— Les ayuda como una forma de entrenamiento cognitivo. Al trabajar con ellos planificábamos lo que tenían que trabajar esa semana, como la memoria, pero eso también con clases de ajedrez tradicional en la que trabajábamos valores como la colaboración, que todos somos iguales, incluso yo. Se creó un clima de confianza y de superación personal.

¿Y como contenido escolar?
— Fue en 2015 cuando el Parlamento aprobó que el ajedrez estuviera en el currículum. Es un acierto como una forma de apoyar otro tipo de asignaturas como las matemáticas, la lengua, como una herramienta transversal. Sobre todo es importante a edades tempranas porque ayuda a la toma de decisiones, a pensar y a flexibilizar el pensamiento. Hay estudios que dicen que el 75 por ciento de las profesiones del futuro no están inventadas. Por eso hay que darles un espacio a los niños para pensar.

¿Se nota aún el ‘boom’ del ajedrez por la serie Gambito de Dama?
— Yo digo que el triunfo del ajedrez ha sido doble, primero con el confinamiento, las páginas notaron el incremento y la serie ha sido un ‘boom‘ tremendo, pero sobre todo el femenino. Muchas mujeres se han sentido muy identificadas con la protagonista y su empoderamiento y han visto que todo el mundo puede jugar al ajedrez. Igual que hay que estar sanos a nivel físico también hay que estar sano a nivel mental y hay que hacer estos entrenamientos, es para lo que sirve el ajedrez. Antes chocaba ir a un bar y ver un tablero y ahora es bastante frecuente.

¿Cómo enganchar a los niños para que jueguen al ajedrez?
— Lo que recomiendo es asistir a un club de ajedrez, que vean a niños y niñas de su edad. El clima es muy sano. Es importante que tengan un buen monitor a nivel de empatía, que lo vean como un juego. En los clubs los niños no paran de reírse.

¿Y en casa?
— Hay un gran maestro que contó cómo enganchó a sus pequeños. Iban a jugar cinco minutos al día, pero nada más que eso con la intención de que se quedaran con ganas de más. Es importante una dosis ajedrecística todos los días y que vean a otros niños y niñas.