Aaron Alorda ha publicado su estudio en la revista ‘Earth Science’. | Pere Bota

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Aaron Alorda (Valldemossa, 1993) obtuvo el grado de Ciencias Ambientales en la Autònoma de Barcelona, hizo un máster de Oceanografía por la Universitat de Barcelona y la Politècnica de Catalunya y está realizando el doctorado en el Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Autònoma. Está especializado en descargas de aguas subterráneas y sus afectaciones ambientales y socioeconómicas. Con otros investigadores, acaba de publicar en la revista Earth Science un artículo sobre las implicaciones sociales de estas descargas.

¿En qué consiste el artículo que ha publicado?

—Por primera vez, describe los servicios ecosistémicos de las cargas de aguas subterráneas en el mar. Entendemos como servicios ecosistémicos todo aquello que se obtiene de manera directa o indirecta de la naturaleza. Hasta ahora, estas descargas sólo eran estudiadas desde el punto de vista natural. Ahora establecemos una conexión con las implicaciones sociales y culturales.

¿Por ejemplo?


—Estas descargas han servido para suministro humano, dar beber a los ganados, aportar agua dulce a las barcas de pesca, tratamientos curativos y también han contribuido a puntos más ricos de pesca por su aportación de nutrientes. Desde el punto de la vista de la toponimia, no podemos olvidar nombres en Mallorca como es Dolç o s’Aigua Dolça.

¿En Mallorca hay muchos puntos de descarga?

—Hemos encontrado más de 80 puntos de descarga a los que en algún momento se les ha dado un uso. Evidentemente, muchos de estos usos ya no se dan. Por ejemplo, el de agua dulce para los pescadores. Sin embargo, también nos podemos encontrar con que el punto de descarga ya no aporta agua o ya no es dulce por sobreexplotación del acuífero, porque el caudal se aprovecha de otra manera o por intrusión marina. Hay antiguos pozos en primera línea de costa o en los propios puertos de los que se extraía agua dulce y ahora ya sólo aportan agua salada.

¿Cuál sería el gran punto de descarga en Mallorca?

—Sa Costera. Es una gran fuentes que descargaba directamente al mar y ahora la sociedad puede aprovechar su caudal gracias a un gran proyecto hidráulico.

¿Piensa que las implicaciones sociales pueden dar lugar a conflictos?

—Sí, ya los hay. En Hawái se ha registrado una resolución judicial que permite al Gobierno estatal regular las descargas con consecuencias sobre las aguas costeras y la pesca. No hay que olvidar que estamos hablando de aguas subterráneas, no de un río.

¿En Mallorca también ha habido conflictos?

—Puede haberlos, pero lo que ya hay en Mallorca son problemáticas, como las coloraciones verdes del agua del mar en Cala Deià y Cala Santanyí. Estas coloraciones se deben a la proliferación de microalgas causadas por un exceso de nutrientes y la alta temperatura del agua del mar. Estamos estudiando las causas últimas de este exceso de nutrientes. Podríamos hablar de un conflicto si tenemos en cuenta que estas calas tienen un uso turístico que exige aguas cristalinas.

¿Estamos sobreexplotando nuestros acuíferos?

—Hay acuíferos costeros sobreexplotados, lo que facilita la intrusión marina, para atender un incremento de la población que incluye al turismo, con unos visitantes acostumbrados a usar más agua que nosotros. Y nosotros venimos de una cultura sin campos de golf ni piscinas.