Armengol planteó un escenario de práctica recuperación total en 2022. Las voces de la oposición la tacharon de impermeable a las dificultades de los ciudadanos. | Teresa Ayuga

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El debate de política general en el Parlament ha avivado los reproches de ida y vuelta entre el Govern y la oposición, y el intercambio ha tenido lugar, además de desde el púlpito de la Cámara balear, en las redes sociales.

La cosa ha ido así. El portavoz del PP, Toni Costa, reprochó a Armengol que estuviera escondida en el Consolat de Mar como si la sede del ejecutivo balear fuera una especie de búnker impermeable a lo que sucede allí fuera, caracterizando de insensible a la mandataria balear ante todos los problemas que concurren entre la ciudadanía. Fue una de las numerosas reacciones de los partidos de la oposición a la puesta en escena de la presidenta. El diputado conservador Lluís Camps ha abundado en esta imagen, a través del siguiente comentario en Twitter.

Poco después, la presidenta del Govern Francina Armengol ha respondido a estas expresiones en la última línea de un tuit de agradecimiento a la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, tras confirmar en Palma que el Plan de recuperación financiará el refuerzo de todos los servicios sociales, la residencia de Son Dureta y la creación de 430 plazas a través de 64 millones de euros más del Estado para la gente mayor de las Islas.

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«Buenas noticias desde el búnker» apuntilló la líder del ejecutivo, añadiendo el emoticono de un guiño en su mensaje.

Pero ha habido más. Antes de eso el PP balear censuró las diferencias del inicio del curso escolar en Baleares con respecto a un territorio donde gobiernan sus siglas. La elegida para sacarle los colores a los mandatarios baleares fue Andalucía, y los populares de las Islas confrontaron su supuesto sus escolar calmado con un arranque lleno de críticas para Armengol a pie de calle. Según ellos el secreto del éxito reside en algo tan simple y difícil como pisar la calle y ser sensible a los problemas de los ciudadanos.

A pie de calle bajó el partido socialista para contraatacar, en concreto a las calles llenas de 100.000 manifestantes de verde contra la política lingüística y educativa del Govern de José Ramón Bauzá, una referencia del pasado que a pesar de ello todavía contiene una fuerte carga simbólica.