María Jesús Balaguer sostiene en sus manos dos fotografías de Antonio Rodríguez, su tío abuelo. | Jaume Morey

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Se llama María Jesús Balaguer, es telefonista, nació en 1956 y, al igual que decenas y decenas de personas, tiene una deuda pendiente con la historia: reivindicar la memoria de un familiar asesinado, represaliado o desparecido tras el golpe de estado de 1936 contra el Gobierno de la II República que derivó en guerra civil.

Susi, que así la llaman, ha escrito una carta reivindicando a su tío abuelo Antonio González Rodríguez –es una de las misivas que ha ido recopilando la Secretaria autonòmica de Memòria Democrática– y, además, no ha cejado en su empeño por aclarar qué ocurrió exactamente desde que el 19 de julio de 1936 un grupo vino a por su tío abuelo, se lo llevaron preso al Castell de Bellver y posteriormente fue asesinado en Porreres. Su cuerpo aún no ha aparecido.

«Años después supe por mi tío que lo vinieron a buscar en un coche amarillo, posiblemente un descapotable; que mi tío era muy pequeño sólo me contó que alguien le dijo ‘aparta niño’ cuando se llevaban a Antonio».

Y añade: «No debería haber muchos descapotables amarillos circulando por Palma en 1936. Quizá eso puede ayudar».

«No quiero que su muerte quede impune ni que se quede en la fosa donde lo tiraron sus asesinos. Que se sepa que lo estoy buscando y que lo reivindicamos», señala para explicar el porqué de su carta y de otras gestiones «por la verdad».

Cartas contra el olvido
Nadal Serra, con una fotografía de su tío abuelo, Miquel Marquet. FOTO: Juanjo Roig

La historia de Balaguer no es muy diferente a la que cuenta Nadal Serra Marquet (Pollença, 1988) sobre su bisabuelo, Miquel Marquet Perelló, «un jornalero socialista que con un grupo de gente fue a reunirse en el ayuntamiento cuando estalló todo [se refiere a la sublevación militar] vieron llegar coches y escaparon».

Ha oído contar (precisa que «de eso no se hablaba mucho en casa», una expresión muy común en todos los testimonios recogidos por este diario) que se refugiaron casi un mes en una cueva y que los encontraron.

«Cada dos por tres iban a ver a su mujer y le decían que si no revelaba dónde estaba, ella y sus hijos lo pasarían mal», recuerda. Fue detenido y asesinado en Marratxí. Su cuerpo sí ha sido identificado con lo que –afirma con emoción Nadal Serra, que acude a la cita con una camiseta con el lema Mallorca Antifascista– «ya ha vuelto a Pollença».

Aparece un diario

La historia que cuenta desde Barcelona Carles López de Padilla, de 53 años, es digna de una de las novelas de Almudena Grandes sobre la posguerra. Su abuelo, Joan Llabrés Martí, y un hermano de este –Miquel– vivían en Mallorca en 1936. Uno en Lloseta y el otro en Campanet.

Cartas contra el olvido
Carles López Padilla, con un retrato de sus antepasados Miguel y Joan.

La pista de Miquel se pierde en Mallorca, «donde le mataron los fascistas» y la de su abuelo en Francia. «Escapó de la Isla con otros hermanos gracias a unos parientes de Catalunya. Sabemos que mi abuelo llegó herido, que incluso pasó por un hospital y que logró huir a Francia», dice. Pero nunca más se supo.

Lo que hace peculiar la historia que cuenta López de Padilla, es el hallazgo de una caja de documentos con un diario que llevaba su madre, Carmen Llabrés.

«Mi madre era librera, trabajaba para la editorial Herder, en Barcelona; en los años sesenta viajaba y llevaba varias libretas. Cuando murió, aparte del testamento, hallamos dos cajas con documentos y un diario que me ayudó a saber cosas de la familia mallorquina. Hay temas personales, incluso recoge conversaciones conmigo.

En general, ya se sabe que de estas cosas no se hablaba mucho. Yo sentí mucha curiosidad, investigue por mi cuenta y pedí ayuda a la asociación de Memòria de Mallorca. Sigo buscando», resume.

López de Padilla concluye así la carta que, junto a otras decenas, puede consultarse en la web de la Direcció General de Memòria Democràtica del Govern: «Todo mi amor. Recordad que os llevo en mi sangre y si yo nos os puedo encontrar –deseo que sí–, no dudéis que las entidades que velan por las personas que velan por quienes sufristeis lo harán para que podáis descansar con vuestra familia».

Cartas contra el olvido
Jaume Rebassa Moll (nieto) en su casa con dos fotografías.

Jaume Rebassa Moll (Palma. 1950) supo hace pocos años dónde y cómo murió su abuelo Jaume Rebassa Garcies. Fue en el campo de concentración nazi de Buchenwald (Alemania) el 24 de diciembre de 1943. Era el ‘número 32.582’. Spanier (español) y politisch (político). Así lo identifica la nota que consiguió después de las gestiones de la historiadora Elena Rodríguez, que trabajaba para la asociación Memòria de Mallorca.

Hasta ahí llegaron sus gestiones y las de su familia. Jaume Rebassa Garcies –recuerda su nieto– era durante la Segunda República (1931-1936) dirigente socialista, secretario de la UGT, había dirigido el semanario El Obrero Balear y fue responsable de la policía municipal de Palma con el ayuntamiento republicano.

«Eso no le dejaba más opción que escapar después del golpe de los fascistas», dice su nieto. En agosto de 1936, junto a ocho personas más (uno de ellos, Jaume Matas, destacado socialista y abuelo del Jaume Matas que sería presidente del Govern por el PP) se hicieron a la mar en un llaüt (previsiblemente con destino a Argel, viaje inverso al de quienes ahora buscan refugio en España); se averió la embarcación, quedaron a la deriva y fueron rescatados por un barco. Un barco, pensaron en un primer momento, que era inglés y resultó ser italiano. El resto es fácil de imaginar: traslado a la Italia fascista. Pasaron por campos de internamiento. Rebassa nunca volvió. Otros sí lo consiguieron.

Rosalía Magdadena Frau (Palma, 1950) cuenta que «habla» mucho con su abuelo, Antonio Frau Sans, a quien no conoció. Tiene enmarcada en su casa una fotografía ampliada de su boda con Magdalena Planas.

Cartas contra el olvido
Rosalía Magdalena Frau muestra la fotografía de boda de su abuelo Antonia Frau y de su abuela Magdalena Planas. FOTO: Teresa Ayuga

«Mi abuelo era una persona muy inteligente, adelantada a su tiempo, había sido secretario de los socialistas de Palma y de la cooperativa socialista de Santa Catalina», resume. No deja de destacar su vinculación a la cultura. Era director de teatro y escribió zarzuelas.

Muestra una fotografía de un ensayo. «Mi abuela contaba que el abuelo murió de una angina de pecho hasta que un día le pregunté : ‘¿Es verdad que los mataron?’». Se quedó fría y le contó la verdad, recuerda.