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El primer viernes desde que el Govern aprobara el final del toque de queda encubierto que restringía la movilidad nocturna de los no convivientes entre las 02.00 y las 06.00 horas de la madrugada se saldó con una cara y una cruz en cuanto al cumplimiento de la prohibición de no realizar botellón.

Mientras que en los polígonos industriales de Palma el operativo de la Policía local en colaboración con la Nacional surgió efecto al controlar los accesos y vigilar con patrullas móviles que los jóvenes no bebieran en las calles, en el Paseo Marítimo riadas de menores de edad no hicieron caso de la normativa y consumieron alcohol ante la pasividad de la Policía Portuaria, que se limitó a hacer acto de presencia para prevenir cualquier foco de tensión. A pesar del descontrol, no se registraron altercados importantes durante la noche del viernes.

Polígonos vacíos

Claudia Martín y Miguel Sastre son dos jóvenes que caminaban por un Paseo Marítimo infestado en compañía de tres amigos más. De buen gusto atendieron a este periódico. «Después de tanto tiempo confinada, la gente necesitaba salir», manifestó Claudia. Miguel, por su lado, declaró que «a mucha gente le hacía falta (ir de fiesta). Ahora lo que toca es ser responsable para conseguir doblar la curva de contagios del coronavirus».

En Son Castelló, un control de acceso junto a la Torre Asima mediante vallas de plástico impidió el acceso de vehículos a la vía central. Los agentes detuvieron a varios coches en busca de botellas de alcohol o substancia estupefacientes.

Este polígono estuvo desierto durante la noche de la madrugada de ayer. Nada que ver con el aspecto que ofrecía hasta hace pocos meses cuando una gran cantidad de jóvenes consumía alcohol copando sus calles y desafiando la normativa, lo que suponía un riesgo para la salud pública.

Por otro lado, el Polígono de Son Rossinyol también se mantuvo desierto. Sólo un grupo de jóvenes se reunió en la calle de la conocida discoteca de la zona jugando a fútbol y haciendo botellón.

En un momento determinado, vislumbraron las luces azules de las motos de la policía en la calle Gremi Traginers d’ Oli. Algunos de los presentes abandonar el lugar pero la mayoría se quedaron. Diez minutos más tarde, las motocicletas hicieron acto de presencia pero para alivio de los chavales pasaron de largo. Todo quedó en un susto.

Barridos

El Balneario 6 de la Playa de Palma es otro foco de conflicto en cuanto a la lucha contra el botellón. Ahí, la Policía Nacional realizó con éxito un barrido sobre la 1:00 de la madrugada que dispersó a un grupo de unas 500 personas en primera línea del paseo sobre la playa.

Un agente que participó en el dispositivo comentó a este periódico que «este es el punto de la Playa de Palma donde más gente se junta. Afortunadamente, no son conflictivos. La intervención se ha llevado a cabo sin ningún tipo de incidentes».

Como anécdota final, durante el control policial en el Polígono de Son Castelló, los agentes interceptaron un coche sospechoso y lo detuvieron.

A continuación, registraron el interior y cachearon al conductor pidiéndole que se colocara contra su vehículo con los brazos en cruz. Durante la inspección, el sospechoso no paró de bromear y vacilar a los agentes encargados del dispositivo. Harto de las burlas, un policía le espetó al individuo: «Guárdese las bromas para más tarde».