Mohamed Kameche ha comenzado una nueva vida en Mallorca. | P. Pellicer

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46 horas en el mar, muerto de frío, casi sin comida ni bebida que llevarse a la boca y apiñado junto a un montón de desconocidos. Así fue la travesía que realizó en junio del año pasado Mohamed Kameche a bordo de una frágil patera. 1.400 kilómetros desde Bordj Menaiel, en su Argelia natal, hasta llegar a la costa mallorquina buscando, como tantos otros, un futuro mejor en Europa.

Si los migrantes que logran llegar a España recuerdan siempre este viaje como una pesadilla, imagínense por un momento cómo fue para este joven, que sufre una distrofia muscular que le afecta a la movilidad de las piernas y los brazos. Tan débil, tan delgado y tan pequeño que, a pesar de su edad, 28 años, podía pasar por un niño.

Supervivencia

¿Por qué una persona con discapacidad se lanza a un viaje de estas características? La pura necesidad. Su padre se puso enfermo hace un año y dejó de entrar dinero en casa. Siendo el mayor de ocho hermanos, y a pesar de su minusvalía, tuvo que echarse a la calle para traer comida. Lo que fuera: trabajaba como chapuzas y vendía verdura en la calle. Y aguantaba la intolerancia de sus vecinos, porque vivir con una incapacidad en un país como Argelia, y, sobre todo, en una zona rural, sigue siendo un estigma hoy en día. Por eso comenzó a rumiar la idea de buscar un futuro mejor lejos de su país.

El largo viaje de Mohamed
Una imagen de Mohamed, poco después de llegar a la Isla.

Algunos se preguntarán qué pensaba lograr viniendo a España en su situación. Él solo sentía el instinto de la supervivencia.

«Tengo un recuerdo borroso de la travesía. Sabía que era difícil que me dejaran subir a una patera, normalmente no lo hacen con personas con discapacidad. Pero lo logré. Cuando llegamos a la costa mallorquina tenía tanta fiebre que no podía casi moverme. Un par de ocupantes me llevaron en brazos hasta un bosque cercano. Allí me quedé tumbado hasta que apareció la policía. Para entonces todos habían huido. Yo me quedé solo, esperando no sé muy bien qué», relata este joven sobre sus primeras horas en Mallorca.

Una nueva vida

El delicado caso de Mohamed hizo que el Consell de Mallorca lo derivara a la asociación balear de personas con discapacidad física (Asprom), tras pasar por el hospital. Su evolución, un año después, salta a la vista.

«Mohamed llegó a la entidad en silla de ruedas. No era capaz de andar más de cuatro o cinco metros sin pararse. Y se pasó medio verano ingresado en Son Espases. Nos daba unos sustos...», recuerda Nerea Zafra, gerente de Asprom, que se muestra orgullosa del cambio radical que ha dado Mohamed.

«Ahora vive en un piso tutelado junto a otras personas con discapacidad, y se adapta poco a poco a su nueva vida en la Isla. Chapurrea español, ha aprendido a hacerse la cama y poner lavadoras. Trabaja también con una fisio para mejorar su movilidad. Le gusta salir a pasear, nadar y jugar a fútbol. Y espera poder estudiar un oficio. Tiene grandes habilidades sociales. Estamos muy contentos con su evolución», apunta Juan Miguel Bea, trabajador social en esta entidad.

El largo viaje de Mohamed
Mohamed con el equipo de Asprom: Juan Miguel Bea, Javier Vives, Amal Amhot, Nerea Zafra, Angela Lliteras y Xavi Gudiol.

¿Cuál es el futuro de Mohamed? En Asprom confían en que llegará a ser independiente a medio plazo y podrá vivir una vida autónoma. Así, con suerte, podrá cumplir con el objetivo que le trajo a Mallorca: ayudar a su familia en Argelia.