El Círculo Mallorquín se adapta a los tiempos. | Pere Bota

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Una leyenda está a punto de saltar por los aires: que el financiero Juan March Ordinas (1880-1962) fue rechazado como socio del Círculo Mallorquín y que, despechado y para demostrar su poder, hizo construir pared con pared con el edificio de ese selecto club (sede actual del Parlament) el edificio que hoy acoge a la fundación y el museo que lleva su apellido.

La inconsistencia de este episodio –y que sin embargo se ha mantenido como leyenda con el paso de los años– aparece documentada en un libro todavía inédito del historiador Jaume Munar (con quien ha conversado este periódico) y cuya publicación acordará la próxima semana la junta directiva del Círculo Mallorquín. Precisamente, en una reunión en una sala del actual Parlament.

Será en una reunión extraordinaria que se celebrará el miércoles para hacerla coincidir con el día exacto del 170 aniversario de su constitución: el 25 de agosto de 1851. Fue, en sus orígenes, el centro de reunión de la burguesía y de la antigua aristocracia mallorquina.

Aún hoy, quedan entre sus socios descendientes de los «diez apellidos mallorquines» que marcaron los inicios de esa sociedad que, durante décadas, estuvo considerada como «el lugar de más influencia, prestigio y proyección» de Mallorca», según recuerda Munar que añade que «el Círculo está asociado a anécdotas y a leyendas, como que nunca se dejó que Joan March fuera socio o que siempre aparecía una bola negra para vetar su entrada», señala Munar. «No sólo no tuvo mala relación, sino que puso dinero», precisa.

Continúa activo

El Círculo Mallorquín sigue activo 170 años después de su constitución –nació de la fusión del Liceo Mallorquín y del Casino Balear– en un edificio de planta baja y tres pisos de la calle Concepció de Palma. La pandemia interrumpió sus actividades que luego se reiniciaron, está cerrado por vacaciones este mes de agosto y abrirá el 1 de septiembre.

Las salas vacías, pero cargadas de historia sirven para hilvanar los recuerdos de Ignacio Deyà Frutos, presidente de su actual junta directiva; Guillermo Carre Buades, vicepresidente, y del autor del libro, que llevará por título Aquell Círculo Mallorquín y que toma como base una investigación para su tesis doctoral.

Deyá explica que el Círculo Mallorquín tiene 330 socios; que llegó a tener 2.000 en los «buenos tiempos» de la década de los años 60 y que todavía en 1982, cuando dejó su ubicación inicial, era de 850. El edificio quedó hipotecado por Sa Nostra después de no hacer frente a una deuda. «A los socios se les pidió una derrama y no respondieron». Gabriel Cañellas, primer presidente de Balears, lo aprovechó y compró el edificio que se convirtió en sede del Parlament. Con lo que se obtuvo de la venta, se compró la nueva sede, Can Sancho que –recuerda Deyá– era la casa y consulta de un afamado ginecólogo de Palma.

Las puestas de largo

El actual salón de plenos del Parlament fue la sala de baile del Círculo Mallorquín. Allí se celebraban las puestas de largo de las jóvenes que cumplían 18 años y fiestas que celebraban por todo lo alto los cambios de año. Una fotografía coloreada –previsiblemente del fotógrafo Torrelló– preside ahora una de las salas del Círculo. Guillermo Carre lleva en su teléfono móvil la foto de la puesta de largo de su propia madre: Míriam Buades.

La ruleta es ahora un elemento decorativo del Círculo aunque, en la épocas de esplendor, fue lo que le definía. «Se ganaron y perdieron grandes fortunas», precisa Munar. Había mucho juego en Mallorca a mediados del siglo XIX. La prueba es que existían tres casinos: el Liceo Mallorquín, el Casino Mallorquín (que luego se fusionarían creando el Círculo) y el Casino Palmesano.

No se juega a la ruleta pero hay varias mesas de juego y ajedrez. También una mesa de billar. También una de las paredes conserva enmarcado un billete de Lotería que resultó premiado en el sorteo de Navidad de 1886.

Aunque el Parlament balear conserva parte del mobiliario del Círculo (su joya es la biblioteca), la mayoría, sobre todo lo que tiene que ver con el lado más lúdico, esta en su sede actual aunque también tenga otra. Y el bar, naturalmente. «Sin bar, no hay sitio que valga», sentencia Deyà. «Un gin tonic cuesta 3,50», añade.

Afirma que el Círculo ha perdido el clasismo social de sus inicios y que no hay ningún requisito de clase para asociarse a la entidad. La cuota normal es de cuarenta euros al mes pero que los hijos e hijas de socios de hasta 35 años tienen una rebaja y pagan 20 euros.

March y sus apuestas

Joan March (foto derecha) ayudó a financiar la sublevación de Franco y los generales en 1936 pero también financió la construcción de la Casa del Pueblo socialista. Siempre jugó a dos barajas y durante la Segunda Guerra Mundial colaboró casi a la vez con los dos bandos. Es un ejemplo claro del cacique mallorquín pero también fue mecenas cultural. El dinero le daba poder, pensaba que lo compraba todo y (ahora quedará claro) aportó dinero al Círculo Mallorquín a la vez que se construía una réplica al lado.