Ángeles Martínez en Palma. | Pilar Pellicer

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Nació en Tánger en 1956 pero reside en Mallorca desde hace 43 años. Ángeles Martínez es activista por los derechos humanos y ha viajado a más de una docena de zonas en conflicto, desde Ruanda, Bosnia, pasando por Tanzania, Costa de Marfil, Sierra Leona o Afgnistán. La primera vez, en 2005, en plena reconstrucción tras la intervención militar de 2001. Dice que aquella fue la época más esperanzadora, también para las mujeres, pese a la desconfianza del Gobierno afgano hacia la visión occidental.

Han vuelto los talibanes...

—Siempre han estado apoyados, con infiltrados en las propias fuerzas armadas y soldados que se pasaban al lado talibán. Hubo avances positivos, sí pero pese a los esfuerzos de las agencias humanitarias y la cooperación internacional, las mujeres se suicidaban en masa para no casarse a la fuerza. Estados Unidos, que sólo actuó tras los atentados del 11-M, no calibró el apoyo paquistaní ni la capacidad para rearmarse. Han sido 20 años y millones de euros que no han servido. Hay que actuar antes de que se vayan las cámaras y Afganistán salga del foco. Habrá que ver cómo queda la acogida de activistas.

¿Por qué lo dice?

—El ministro de Exteriores ha dicho que, en principio, España acogerá a 50 personas. Eso es absurdo y demencial, es menos de lo que se ofrecía a acoger el Govern. Hay que estar a la altura de haber participado en una intervención militar y no sacar sólo a más implicados.

¿A qué se refiere?

—A la resistencia interna, que la hay, a colaboradores de las ONG, a gente que está muy identificada con los derechos humanos. Estoy en contacto a través de una red. Hay hombres que quieren quedarse pero que intentan por todos los medios sacar a sus hijas, mujeres comprometidas y que están en peligro. El otro día envié una carta a la embajada de España. Conozco una activista que, desde 2014, está en trámites para obtener un visado. Hacen falta corredores humanitarios, pero no sólo, hay que buscar la colaboración de China y de Rusia. Hay que contar con los talibanes que, como dice Borrell, ahora están ahí.

¿Y hablar con ellos?

—Es que no queda más remedio, No hay que ser ingenuos. Los talibanes tienen su agenda, son los que controlan quién sale y no. Está claro que tendrán que hablar pero no lo harán con las mujeres afganas y les darán facilidades. No hay salida a corto plazo pero no se puede perder tiempo. Hay que pasar de la intervención militar a la humanitaria. Pero sabiendo quién es el interlocutor.

¿Es que ahora son ‘buenos’?

—No, si no se actúa con rapidez y se tejen redes, todo dará marcha atrás. La población civil y el pueblo afgano se merecen otro futuro. Pero sin agilizar la salida de quienes quieran marcharse, la población vulnerable pagará el precio de la inacción.