La vida nocturna en el Paseo Marítimo de Palma ha cambiado mucho desde la pandemia. | Click

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Este es un reportaje que realizamos el pasado viernes por la noche en el Paseo Marítimo de Palma para conocer el impacto del botellón en esta zona emblemática. Pero este escenario que encontramos debería cambiar a partir de mañana, porque el Govern acaba de prohibir la venta de alcohol a partir de las 10 de la noche en las tiendas de 24 horas, en un nuevo intento erradicar los desfases y la degradación en la calle.

Y, ciertamente, la vida nocturna en el Paseo Marítimo de Palma ha cambiado mucho desde la pandemia. Los empresarios ‘de toda la vida’, con quienes estuvimos recorriendo la zona, están muy preocupados por la multitud de adolescentes que se han convertido en asiduos del lugar.

Se trata de gente muy joven, muchos de ellos menores de edad, que hasta ahora han comprado bebidas alcohólicas en determinados locales abiertos a las tantas de la noche y a precios muy económicos. Desde luego, nada que ver con los de los locales clásicosque representan estos empresarios, que antes de la pandemia daban imagen de elegancia a la zona y a Mallorca entera.

Los grupos de jóvenes que se han formado los fines de semana favorecidos por la venta libre de alcohol permanecían en los aparcamientos, en las aceras o sentados sobre los poyetes que se han colocado entre las terrazas y la carretera para protegerlas de la circulación. En estos lugares montaban sus particulares botellones con la correspondiente algarabía y las molestias para los vecinos y los clientes que trataban de pasar un rato a la fresca, bebiendo y charlando.

La mayoría de estos empresarios están afiliados a la asociación del ocio nocturno ABONE, ante la que se comprometieron a mantener el sello de calidad; el ocio con control; cumplir con todas las normas en cuanto a número de mesas y ocupación; a no servir alcohol en las barras fuera del horario permitido, a respetar los horarios de cierre y a no tirar los precios para ganar clientela. Todo lo contrario del escenario que tienen delante.

Jesús Moncada, del pub Talasha, responsabiliza a la venta de alcohol barato y a discreción a menores de los males del Paseo Marítimo, «que encima se lo beben en la calle, de pie o sentados en las aceras. Que haya carreras, como si esto fuera un parque, o que se rompan -o se abandonen- cascos de bebidas sobre la acera, no favorece para nada la imagen del Paseo Marítimo».

También hablamos con Javi Lluis y Manu del Ysasy y del Mirablau; y Jaime Lladó, que hasta antes de la pandemia dirigió Tito’s. Todos estuvieron de acuerdo con lo que estaba contando Jesús, pero añadieron sus dudas sobre la posibilidad que los markets cumplieran todas las normas para vender bebidas a bajo precio incluso a menores: «Igual no están registrados, no vemos ninguna placa identificativa, y cuando nosotros cerramos ellos siguen abiertos, y vendiendo», señalaban sorprendidos.

«No lo reconozco»

Jaime Lladó confiesa que «no reconozco esta zona, ni me imaginé que pudiera terminar así, llena de chavales, entre ellos menores, que se han apoderado de ella, degradándola. Por eso no entiendo cómo el Ajuntament, el Govern y la Junta de Puerto no intervienen para que no decaiga más. En mis años en el Paseo Marítimo jamás había visto tanta chiquillería a sus anchas, bebiendo alcohol en la calle. También es muy desagradable estar tomando algo en una terraza y tener a tu lado a un grupo de esos jóvenes bebiendo directamente de la botella, hablando en voz alta, a veces gritando. Te dan ganas de levantarte y marcharte. Porque lo que buscas es tranquilidad, sentirte cómodo, y no esto».

Si el Paseo Marítimo, sobre todo en viernes por la noche, ha sido hasta ahora un continuo ir y venir de jóvenes bebiendo en vasos de plástico, o a morro, o llevando bolsas con botellas para organizar un botellón en cualquier parte, puede que los escenarios más solicitados sean las plazoletas que están a ambos lados del Auditòrium. Allí, además de aglomeraciones, solía haber peleas.

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Leonardo fue agredido por la espalda con algo contundente que golpeó su cabeza. Parece ser que fueron dos jóvenes los autores de la agresión, que sin más salieron corriendo.

Que se lo pregunten si no a Leonardo, quien esa noche del viernes fue al Marítimo con su familia para pasar un rato agradable hasta que fue golpeado por la espalda en la cabeza con un objeto contundente, una botella seguramente, que le dejó conmocionado. Tuvieron que llamar al Samur, que se presentó con una ambulancia y le trasladó a la clínica. Hicieron acto de presencia efectivos de la Policía Nacional que atendieron al herido, a la vez que intentaron recabar datos sobe los agresores. Eran dos jóvenes que salieron corriendo, perdiéndose entre el gentío.

«Y es que de un tiempo a esta parte –nos comentó David, asiduo y cliente del lugar–, esto es un desastre. Sobre todo los viernes y sábados. Hay peleas, los jóvenes beben donde les va bien, hay botellas, algunas rotas, en el suelo, muchos cruzan la calzada como si nada, sin mirar. Un desastre, en pocas palabras. Un desastre en el que alguien tendrá que poner orden», apostilló.

Por su parte, Mimi, del restaurante la Placita, salió del su local indignado: «¡Esto cada vez más se parece a Magaluf! Niñatos de 14 y 16 años se acercan a las mesas a pedir tabaco a quienes están sentados, que rompen botellas y las dejan en el suelo, que se pelean entre ellos, que dejan la plaza hecha una porquería, con cagadas, meadas, preservativos, bragas... Sí, llamamos a la policía, y viene, pero al rato se va y deja las cosas igual que antes».

De otra cosa que nos enteramos es de que no es muy recomendable pasear por la acera del Marítimo próxima al mar, pues te puede salir alguien de cualquier sitio para exigir el reloj o el dinero. «Al hijo de una amiga mía le acorralaron entre siete», comentó Jaime Lladó.

«Que vengan a verlo»

De regreso al Talasha, cruzándonos con tres chicas jóvenes, una de ella bebiendo de una botella que sujetaba otra, Jesús Moncada insistió en que la degradación de la zona responde «a que se está dando una oferta a la baja, algo que nunca había existido, y que ha atraído a gente muy joven, y encima no hay ningún tipo de control. Esto se está dejando de la mano de Dios». Por ello, y ante esta situación, Moncada le pide al alcalde de Palma, al conseller de Turisme y al presidente de la Junta Portuaria «que cualquier viernes o sábado vengan a darse una vuelta por aquí, les invito a una copa, y luego les llevo a dar una vuelta, para que hablen con otros empresarios y también para que vean. Porque no es lo mismo que te lo cuenten o estar en tu despacho que venir aquí y verlo. Estaremos encantados de recibirles».