Ciudadanos paseando con y sin mascarilla por la calle. | Reuters

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¿Recuerdan el síndrome de la cabaña? Tras el confinamiento en España por la crisis sanitaria del Sars CoV-2, algunos expertos alertaban de que algunos ciudadanos se verían afectados por este síndrome, una especie de fobia o miedo a salir de casa tras semanas y semanas de reclusión, un cierto pánico a enfrentarse de nuevo a la cotidianidad y retomar la vida en el punto en que antes del confinamiento la dejamos. A partir del 26 de junio, el Gobierno retirará la obligatoriedad del uso de la mascarilla en exteriores, ¿veremos a ciudadanos con reticencias a quitársela?, ¿existirá un síndrome relacionado con miedo a ir sin ella?

Toni Ruiz, vocal de Psicología Clínica y de la Salud Mental del Colegio Oficial de Psicólogos de las Islas Baleares, cree que la retirada de la mascarilla, como todo cambio, supondrá para algunos un período de adaptación, y que el miedo, en algunos casos, a prescindir de ella por miedo a contagio será algo residual y transitorio. «En general, la población siente ya un cierto hastío» y cree que para la mayoría será liberador.

Ruiz sí considera que tras estos meses lo que sí debería quedar, y probablemente así suceda, es «una normalización del uso de la mascarilla en casos de necesidad, como se hace en Asia y hasta hace poco nos parecía casi ridículo». El psicólogo cree con el tiempo recordaremos «sobre todo los malos usos que hemos hecho de la mascarilla lamenta que, «desde la perspectiva de la psicología de la salud», no se consultado sobre la mejor forma de implantar todas estas medidas.

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El especialista en medicina preventiva Joan Carles March cree también que después de tantos meses con mascarilla «veremos cómo recuperamos los saludos, cómo abordamos nuestra forma social de saludarnos. Está claro que hay un cambio de la frialdad y la distancia a una situación donde no sabemos cómo va a reaccionar la otra persona».

March defiende que la mascarilla «es una intervención muy beneficiosa sin apenas externalidades negativas, más allá de la compensación de riesgos como reducir la distancia social, lavarse menos las manos, falsa sensación de protección. Cuesta poco aplicarla. Y las ganancias futuras para toda la sociedad son altas».

El especialista asegura que «hay gente que comenta que llevar mascarilla le ha generado sentir episodios de miedo, de tristeza, de rabia o de frustración. Por tanto, la mascarilla que ha tenido grandes cosas positivas en este más de un año, también ha generado muchas limitaciones para todos y cada uno de nosotros. Estas limitaciones normalmente las hemos ido llevando bien pero el hecho de que empiece a verse en el entorno la sensación de que vamos mejor, de que casi no hay muertes ni hospitalizaciones gracias a la vacunación, nos genera un deseo en determinados grupos de dejar la mascarilla».

«Todo ello no nos debe de dejar de ver los grandes beneficios para muchas personas, sobre todo para los pacientes con EPOC. Eso nos hace recordar de la necesidad de llevarla en los interiores y sobre todo en sitios sanitarios, además de buses y metro o centros de trabajo donde se comparta espacio interior», concluye.