El parque ahora da cobertura a los ecosistemas marinos más superficiales. | Carlos Suárez - Oceana

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La protección medioambiental del archipiélago de Cabrera que se inició hace treinta años no fue un proceso sencillo. Primero, porque entre 1973 y 1986 la zona fue utilizada por el ejército español para realizar maniobras militares, por lo que se trataba prácticamente de un área cerrada a cualquier proceso ajeno a esta iniciativa.

Posteriormente, en 1988, el Parlament de les Illes Balears aprobó sin fisuras una proposición de ley dirigida a las Cortes Españolas proponiendo la creación de un parque nacional marítimo terrestre, pero durante tres años siguieron surgiendo trabas hasta que el 20 de abril de 1991 las máximas instituciones legislativas del estado aprobaron el proyecto de proteger las zonas terrestres y las aguas que rodean Cabrera, que contienen singulares ecosistemas marinos interesantísimos debido a que han llegado hasta nuestros días prácticamente inalterados.

cabrera

Según Pilar Marín, científica marina de Oceana, entidad dedicada a la preservación y restauración de los océanos del planeta, «el mejor momento para el parque tuvo lugar en febrero de 2019 cuando, tras el acuerdo en Consejo de Ministros, se anunció su ampliación». Como consecuencia del ensanche «la superficie marina de la Red de Parques Nacionales pasó de un 4 a un 23 por ciento, así que el Archipiélago de Cabrera se convirtió en el mayor parque protegido de España (terrestres incluídos), con un total de 90.800 hectáreas; pasó a ser un verdadero santuario para cetáceos, grandes peces migradores, así como para bancos de corales profundos y una importante zona de alimentación para las aves marinas, algunas de ellas muy amenazadas». Añade Pilar Marín que «desde que Oceana comenzó su andadura en Europa, Cabrera siempre ha figurado como una de sus prioridades porque es el único parque nacional marítimo-terrestre del Mediterráneo español y, por tanto, una joya que se debe conservar en buen estado y libre de impactos». Pero la ampliación de 2019 no fue el punto y final de esta historia debido al recurso interpuesto a continuación por el sector pesquero del palangre con la intención de revocar un a ampliación que perjudicaba sus intereses comerciales. Oceana se personó en el caso y finalmente, un año más tarde, el Supremo decidió a favor de la entidad ecologista.

TREINTA AÑOS DESPUÉS

Transcurridas tres décadas desde la protección medioambiental de Cabrera es buen momento para cuestionar qué se ha conseguido en todo ese tiempo, los males que se han evitado y, sobre todo, el camino que queda por recorrer. Para Pilar Marín «uno de los grandes logros conseguidos gracias a la ampliación del parque ha sido la inclusión de ecosistemas profundos que nunca antes habían estado representados en la red de parques nacionales y que son, a día de hoy, los grandes olvidados en la protección de los océanos, a pesar de que son esenciales para el funcionamiento de los ecosistemas marinos». Según Oceana, «ahora queda pendiente hacer una buena gestión de los medios para que el parque pueda cumplir con el principal objetivo de su declaración, que es conservar sus recursos naturales y hacerlos compatibles con la actividad humana».

El parque ahora da cobertura a los ecosistemas marinos más superficiales, que incluyen las praderas de Posidonia oceánica y un escarpe –vertiente de roca que corta el terreno submarino abruptamente– que alcanza hasta casi 2.200 metros de profundidad, donde encontramos corales de aguas frías, ostras gigantes y especies migratorias como el atún o el pez espada; o grandes cetáceos como el cachalote. Para la fundación ecologista Save The Med, «la regulación de los usos en el parque ha permitido asentar los objetivos de conservación y ha puesto en valor sus beneficios de cara a la sociedad». Según Gabriel Morey, cofundador de la fundación, «la única actividad extractiva permitida en Cabrera es la pesca y eso requiere un esfuerzo de gestión para que esta labor tradicional sea compatible con los objetivos de conservación y el mantenimiento medioambiental de la zona protegida». Añade Gabriel Morey que «en ese marco adquiere importancia otro de los pilares del parque, que es la investigación, ya que de los estudios que se llevan a cabo en la zona se obtiene información muy valiosa que debe ser considerada a la hora de llevar a cabo su gestión». Actualmente el parque carece de un plan de administración actualizado que dé la cobertura apropiada a los ecosistemas que se observan desde su ampliación.

Según Pilar Marín, «el tráfico marítimo debe ser gestionado de la mejor manera posible para que se cumplan los objetivos básicos del parque nacional y evitar impactos sobre especies protegidas o vulnerables». En cuanto a la actividad pesquera, «con las medidas transitorias incluidas en el acuerdo de ampliación se dio un paso atrás, ya que se contemplaron actividades antes prohibidas, y me refiero en particular al palangre de superficie. Si nos referimos a la pesca de arrastre, se ha ganado sustancialmente en la protección de un arrecife de coralígeno, el Fort d’en Moreu, y de los fondos de rodolitos que lo rodean, que han estado duramente castigados por este tipo de pesca destructiva».

Oceana está trabajando en acelerar el proceso de actualización del plan de gestión del parque, en vigor desde 2006. Según Pilar Marín «es una herramienta obsoleta que caducó en 2012 y por tanto no es compatible con los principales objetivos para una zona de protección mucho más grande, en la que hay nuevos hábitats y especies». Oceana ha propuesto mejorar la gestión pesquera en la zona ampliada de Cabrera sugiriendo toda una serie de directrices de gestión y recomendaciones, en cuanto a la zonificación, que evitarían el impacto de determinados artes de pesca contra los hábitats de fondos marinos sensibles y sus especies vulnerables.