Kamal, Bahadur, Parynder, Gagandeep y Balram (portavoz de los Sij en Mallorca), en el India House. | Teresa Ayuga

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Dos balas son las que han penetrado a fondo en la India, uno de los países con más casos de coronavirus de todo el mundo: la del hambre y la del virus. Allí los habitantes viven una doble crisis, una situación de emergencia que ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional. La falta de generadores de oxígeno, el colapso en los hospitales y la pobreza, cada vez más extrema, ha llevado al país al borde del abismo. Hay más de 230.000 defunciones y el jueves alcanzó un nuevo récord de contagios, con casi 4.000 muertes y 412.000 casos en un único día.

Los residentes indios en Mallorca observan con estupor esta situación, que afecta sobre todo a las principales ciudades de Nueva Delhi y Bombay, y estados como Bengala, donde la capital, Calcuta, vive un momento «preocupante» por la doble mutación de la COVID-19, como destaca Balram Vaswani, procedente de esta ciudad, que lleva más de 20 años residiendo en Mallorca y forma parte de la comunidad Sij, un colectivo religioso que ha estado muy implicado en la crisis sanitaria, proporcionando alimentos y productos básicos a los ciudadanos más necesitados.

Kamal Singh, Gagandeep Singh, Bahadur Singh y Paryinder Singh nacieron en la región de Punyab, situada en el norte de la India. La mayoría lleva más de seis años en Palma, y se dedican a la hostelería, en un restaurante situado en primera línea de la Patja de Palma. Llevan al menos desde 2019 sin visitar a las familias. «Mis padres y mi hermano me cuentan que están bien, aunque asustados. El trabajo no ha parado allí, aunque la gente no acude cada día. Mi padre va dos días a la semana», narra Kamal.

Apocalipsis
«El hambre y la COVID-19 se han convertido en cómplices para matar a las personas pobres, que forman mayoritariamente el conjunto de la población india. La gente está desesperada. Muchas ONG están repartiendo comida, ya que las familias dependen de sus ayudas».

Shoma Subaiya, originaria de anantapur.

Es el desgarrador testimonio de Shoma Subaiya, de 45 años. Creció en el distrito Anantapur, en el estado de Andhra Pradesh, al sur del país, pero desde hace más de veinte años reside en Mallorca. Ha sido secretaria de la Fundación Vicente Ferrer en la India y sigue con desasosiego la segunda ola del coronavirus. «Veo que las familias están sufriendo, tanto ricas como pobres. En el caso de mis padres, ellos están bien, ya son mayores. Aunque cada día es una sorpresa. Ahora todo se ve negativo, hay miles de cadáveres y parece esto un Apocalipsis. Pero tengo esperanza porque la solución está en la colaboración internacional y en las vacunas», expresa Shoma.

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La mallorquina Kika Simó, fundadora de ONG Niños de Topsia –un barrio de Calcuta– ve los problemas que retan a la población, como la falta de camas en hospitales, de medicamentos, crematorios y cementerios colapsados y familias sin recursos. «Saber que hay gente que muere esperando tratamiento médico es algo dramático. Hay mucho miedo», relata.

En estos momentos, la provincia de Bengala Occidental «se encuentra en un confinamiento parcial, con miedo de entrar en un confinamiento total», recuerda Kika Simó, y justifica que las últimas semanas, los casos de nuevas infecciones y muertos «también han aumentado en Calcutta».

Kika Simó, mallorquina en calcuta.

Países vecinos
El mallorquín y cura Tomeu Mayans, de 71 años, lleva once instalado en Islamabad, la capital de Pakistán. El país roza su frontera con la India. «Nos llegan noticias dramáticas de allí. La situación donde yo estoy es diferente. Ahora estamos entrando en la tercera ola y los datos en comparación con las dos anteriores son semejantes», comenta al otro lado del teléfono. En Pakistán hay cerca de 18.500 muertos y más de 800.000 casos de coronavirus, según informa este misionero que pertenece a un movimiento católico que favorece las relaciones entre cristianos y no cristianos. Sobre la falta de generadores de oxígeno, «ahora está controlado porque el año pasado, en la segunda ola, fue bastante crítico». Desde hoy Pakistán fija unas duras restricciones para celebrar el final del Ramadán.

Los bangladesíes (de Bangladesh) Shain Awal, Jabil Ahmed y Habibo Roman confiesan que la situación en su país «es diferente, no es tan complicada. Por lo menos allí no te vas a morir de hambre», en alusión al país vecino, dice Jabil. Shain es empresario y regenta un restaurante hindú en el centro de Palma. En su caso, también afirma que Bangladesh no vive una situación tan extrema como la India, pero destaca que hay más de 760.000 personas contagiadas.

La India, lamentan los entrevistados, se mueve entre «datos oficiales y extraoficiales». No descartan que las defunciones o los casos positivos «sean muchos más». Los mallorquines en la India, y en países próximos, afrontan semanas difíciles pero no pierden la esperanza de que la vacunación mejorará el clima.

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Jabil Ahmed, Habibo Roman y Shain Awal (propietario de un restaurante hindú), de Bangladesh, viven en Palma. Foto: ROBERTO LEÓN