Ignacio Arza, en una sala reformada de Sojorn. | M. À. Cañellas

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Al abrir las puertas del espacio de acogida y acompañamiento Sojorn, de la parroquia Mare de Déu de Montserrat de Palma, uno se adentra en una especie de santuario sagrado donde solo se respira paz. La luz natural penetra en cada una de las habitaciones reformadas, que en una semana acogerá hasta 30 personas vulnerables que necesitan un hogar donde vivir.

Una de esas habitaciones ya conoce a su inquilino. I.A. tiene 29 y llegó a Mallorca desde Paraguay en enero de 2020. Puso un pie en la Isla con un futuro próximo casi resuelto. Lo cuenta así: «Vine para seguir con mis estudios. Me especialicé en audiovisuales pero entonces quería realizar la carrera de Filología Inglesa en la Universitat de les Illes Balears (UIB). Vivía de alquiler, me apunté a un coro porque también tengo estudios de música. Pero llegó la pandemia y el confinamiento. Pasé a no tener un ‘duro’ y a dormir durante tres días en un parque».

Este último hecho ocurrió en junio de 2020, cuando se levantó el estado de alarma. Las ganas por salir adelante hicieron que enseguida consiguiera una solución. «Soy una persona positiva y siempre tengo un plan B. En ese momento tenía que hacer algo como fuera». Cuenta que así conoció a una asistente social que le ayudó a contactar con el padre Jaume Alemany, el impulsor de Sojorn. «Cuando llegó no tenía dónde ir», recuerda el rector de la parroquia. Le acogieron de forma provisional, cuando aún estaba el espacio sin reformar, por su implicación solidaria y su constante colaboración en este centro.

Tras ese episodio, y con la complicidad de Jaume Alemany y de su parroquia, empezó a mover ficha. «Una vez encontré trabajo, se abrió de nuevo mi camino», confiesa. Lleva casi un año cuidando a personas mayores. Enseguida se fue a vivir a una habitación en un piso compartido.

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A pesar de haber puesto rumbo a su vida, su trabajo «inestable», dice, le ha llevado de vuelta a las puertas de Sojorn. Reconoce que «al no tener un trabajo fijo, es difícil llegar a fin de mes». El rector ha aprobado la solicitud de Ignacio para vivir en este nuevo espacio por toda su implicación en el proyecto. «Ahora mi objetivo es ahorrar lo que pueda mientras esté aquí y empezar los estudios», expresa.

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Las autoridades visitaron el centro Sojorn. Foto: PILAR PELLICER

30 personas

Esta casa de acogida albergará a un máximo de 30 personas en situación de vulnerabilidad. El rector detalla que las aportaciones económicas van en función de lo que pueda ofrecer cada usuario. El espacio, compuesto por dos plantas, cuenta con diez habitaciones tanto individuales, dobles o familiares –hay parejas con menores que han solicitado este servicio, asegura Jaume Alemany. El objetivo de Sojorn es que se haga «vida en comunidad, actividades y voluntariados. Esto no es un albergue, sino un lugar temporal donde prima la convivencia», destaca el rector.

A tan solo unas semanas desde que se anunciara la apertura, la parroquia Mare de Déu de Montserrat ha recibido «más de 20 peticiones, por lo que en mayo llenaremos enseguida las 30 cama», asegura Alemany. El rector inauguró ayer el espacio en un acto de puertas abiertas al que acudieron el obispo Sebastià Taltavull y la consellera d’Afers Socials i Esports, Fina Santiago, entre otros invitados.

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Jaume Alemany.