Celebración del Domingo de Ramos en la Catedral. | Pere Bota

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La Seu de Mallorca ha acogido la celebración del segundo Domingo de Ramos marcado por la pandemia de la COVID-19. Unas 240 personas han asistido a una catedral con un aforo limitado a 400 asientos. Al igual que el año pasado, no se pudo celebrar la tradicional procesión de palmas y ramas de olivo que transcurría entre el Palacio Episcopal y la Seo que era seguida por centenares de personas.

Por este motivo, unos sacerdotes repartieron racimos de estas plantas en la entrada de la iglesia. Al inicio de la ceremonia, el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, se encargó de bendecir estos símbolos de la Semana Santa, uno de los cuales, la palma, da nombre a esta ciudad.

Con motivo de la celebración, los asistentes pudieron acceder al templo por el pórtico situado frente al Palau de l’ Almudaina. Al contrario de la misa del Viernes de Dolores, que se celebró íntegramente en castellano, la de este domingo se ha llevado a cabo en español y catalán a partes iguales.

Solidaridad

En su homilía, monseñor Taltavull quiso enviar un recuerdo «a toda esa gene que se encuentra enferma; les deseo una plena comunión. Invito también a fijarse en Jesús. Estamos invitados a tener los mismo sentimientos que él». Taltavull añadió en su parlamento que: «aquellos que lo aclaman tienen el beneplácito y condescendencia hacia los pobres, los humildes, los descartados, las mujeres y los niños. Jesús muestra su solidaridad con las mayorías que padecen persecución. Tenemos que hacer un esfuerzo con la intención de integrar la vida de Jesús en la nuestra propia».

Misa, en el interior de la Catedral.

Como novedad este año, las dos hijas del matrimonio Fernández-Planiol volvieron a vender palmas elaboradas a mano que el año pasado no pudieron dispensar por culpa de las restricciones derivadas de la pandemia. Esta familia, radicada en Elche y que elabora palmas para procesiones de toda España, sigue la tradición en la Semana Santa de Palma desde hace más de 50 años.