Julia y su marido, Antonio Palou. | Jaume Morey

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Es la primera vez que la empresa familiar Calzados Melchor se plantearía cerrar sus puertas debido a la crisis. «Ni por lo más remoto se nos había ocurrido pensar así», lamenta a ‘Ultima Hora’ Julia Sánchez-Escribano, mujer de Antonio Palou, de 74 años, la segunda generación de esta tradicional y conocida tienda del calzado en el corazón de Palma.

Aunque no es una decisión todavía meditada, la familia ya se ha pronunciado al respecto y ha asegurado que va a intentar «no abandonar el barco» a pesar de la caída de las ventas en los últimos dos años.

La familia Palou es conocida en Ciutat no solo por su dedicación al calzado de piel durante años, sino por su pasión por la profesión. Una profesión, comenta Julia, «que llevan todos en la sangre». El padre de Antoni Palou fundó el establecimiento, cuando ya regentaba otras cuatro en diferentes puntos estratégicos del centro, como Sindicato o Jaime II. Padre de cinco hijos, cada uno asumió uno de los locales. «Toni era el pequeño de los hermanos. Recuerda con 10 años estar por la tienda y ahora, con 75 años, sigue viniendo. Para él, es la misma que siempre», menciona Julia.

palma calzados melchor foto morey

La llegada de las multinacionales engulliría poco a poco los comercios de barrio. Calzados Melchor también notaría con el paso del tiempo ese declive. La empresa familiar, que cumple este año medio siglo, ha sido muy conocida por los alemanes y los asiáticos. Su compromiso por ofrecer un calzado «cómodo, artesanal y de piel» ha perdurado todo este tiempo, incluso en tiempos de crisis económicas. Sin embargo, en ninguna situación crítica, asegura la familia, han pensado en apagar las luces de este comercio de la plaza de la Porta Pintada .

El hijo del matrimonio, Melchor Antonio Palou, es la tercera trilogía, un apasionado de la informática y de los zapatos. Su madre se sincera que «aunque las cosas no estaban yendo bien desde 2019, este virus ha sido la guinda del pastel». De momento, asegura, la empresa seguirá funcionando con normalidad a la espera de conocer cómo evolucionará la crisis para decidir sobrevivir o cerrar la persiana.