Paulina y Nancy, en es Passeig del Born con sus cafés. | Teresa Ayuga

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«Se ha pasado de okupar casas a okupar los bancos de la calle», bromea Blas, un trabajador del centro de Palma. Cada rincón de la ciudad amanece repleto de gente con café en mano y algún aperitivo durante la hora de descanso.

Desde que se aprobaran las restricciones en los bares y restaurantes para doblegar la curva de contagios, que mantienen a estos locales cerrados, los asiduos a las cafeterías se han visto en la necesidad de buscar alternativas, como bancos o plazas.

«Solemos venir mucho aquí porque trabajamos por la zona y la cafetería a la que siempre íbamos a hacer el café, un local familiar, está cerrado», dicen Marco y Maribel en la plaza de las Tortugas. Sobre las 10.30 horas de la mañana, el Passeig del Born aparece repleto de trabajadores desayunando antes de volver a la oficina. Estos compañeros, precisamente, aseguran que les «sorprende ver tanta gente desayunando aquí».

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Los cafés, las bebidas refrescantes, bocadillos y la bollería son los pedidos take away que más se ven entre las manos de los clientes. Francisco trabaja en el centro de Palma y, apoyado en un banco, acepta esta situación como puede. «Mientras no nos llamen la atención los policías, aquí nos ponemos en nuestro tiempo libre», señala junto a Gregorio, otro empleado, quien asegura que esta forma de consumir «es un poco incómoda».

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Eloy y Blas, tomando un café en la Plaça del Mercat.

Espacio

El cierre de las terrazas e interior ha provocado no solo largas colas desde primera hora de la mañana para pedir el desayuno, sino una carrera para sentarse. Nancy y Paulina son limpiadoras y sobre las diez y media de la mañana consiguen un banco en es Born para merendar algo. «Cada día acudíamos a una cafetería a hacer el café, pero ahora hay que adaptarse así».

En la Plaça del Mercat, diversos trabajadores de la construcción se encuentran apoyados en algún rincón de la plaza, aunque otros toman la bebida en grupo pero manteniendo las distancias. «Esto no es muy cómodo. Ir a un bar, sentarse, era una forma de socializarte, y ahora, como no podemos, nos juntamos cinco minutos», lamentan Blas y Eloy.

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Maribel y Marco, desayunando.