La venta de guantes mitones ha aumentado. | Pilar Pellicer

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La irrupción de la pandemia ha llevado a ciertos cambios en el consumo y casi se podría elaborar un ránking de los mejores inventos para soportar estos tiempos de la COVID. El primer lugar, sin duda, es la vacuna, aunque los miopes hablan maravillas bíblicas de las toallitas que evitan el empañamiento de las gafas. Otro producto que se ha convertido en un superventas durante estos días de frío son los guantes mitones, es decir, aquellos que dejan libres la punta de los dedos.

El pasado jueves en La Veneciana, situada en una calle transversal de Sindicato, la lista de espera de padres y abuelos que buscaban mitones para los niños se iba engrosando por minutos.

¿El motivo? Las aulas están ahora mismo abiertas de par en par para evitar el contagio y las bajas temperaturas han dejado los colegios con apenas 6 grados centígrados en el interior. Y ojo: la temperatura media de una nevera oscila entre los cuatro y los ocho grados.

«Ha habido un incremento de la demanda de ropa de abrigo», confirma Pere Arbona, propietario de La Veneciana, que en el momento de la entrevista recibía a varias clientas buscando lo mismo: ropa de abrigo para soportar aulas y oficinas gélidas.

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«Los adultos están en los despachos y oficinas con las ventanas abiertas. Con estos mitones se mantiene la mano caliente y se conserva el tacto para utilizar el móvil», cuenta Arbona, que habla de las innumerables bondades de esta prenda que remite a tiempos dickensianos.

Los niños también se pertrechan para las temperaturas gélidas con ropa interior térmica. «En enero y febrero la gente viene a buscar las camisetas interiores», revela Arbona, que considera que pese a la caída general del consumo, la venta de prendas ultracalientes son un paliativo para estos tiempos difíciles.

Sin ‘foguerons’

«Otros años por estas mismas fechas vendíamos ropa térmica para soportar los foguerons de Sant Antoni y Sant Sebastià. Ahora se venden para las escuelas y los trabajos», esgrime el comerciante. Eso sí, también se han producido descensos de ventas en las bufandas. «Ahora la gente sale menos», explica este empresario que es la tercera generación al frente de La Veneciana, un comercio fundado en 1939. «Mi abuelo vino de Sóller y abrió un almacén de tejidos. Y luego compró la mercería de al lado», recuerda su nieto, que ahora afronta una pandemia histórica.