Prados explica que abrirá el Vermú y que está haciendo obras. | Jaume Morey

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El tener o no tener terraza es el ser o no ser de los bares y restaurantes: tener o no tener terraza –ya sea una de esas por las que pagan impuestos o una de aquellas que permitió el Ajuntament de Palma sobre las líneas de aparcamiento de los coches– definirá el final del año de la pandemia por el coronavirus. Y su supervivencia económica más allá, según fueron detallando para este diario responsables de los locales.

Alfredo Prados tenía ayer cerrada su vermutería y, además, estaba de obras. Su local tenía terraza antes de la pandemia y también arañó espacio en la calle. «Primero se dijo que esas mesas extra sólo serían por unos meses pero parece que seguirán permitidas todo el año próximo», asegura. Y ha decidido mejorarla, resolver el desnivel entre la madera y la acera y, de paso, rebajar un muro de entrada.

No es el caso del bar restaurante Doña Perfecta, en la avenida Argentina. Explica Josines Rodríguez que con las «tres mesas de la terraza» no compensa tener abierto. No pudo acogerse a la propuesta municipal para ganar mesas ante su fachada. «Tengo un paso de cebra delante», dice. Casi a la vez que su bar, cuando empezó la desescalada del primer estado de alarma, abrió Toska, bar especializado en desayunos y comidas simples. Terencia Prieto dice con resignación que «seguiremos hasta donde se pueda». Ayer ya había retirado algunas mesas del interior y mañana no habrá ninguna.

La opción del ‘take away’

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Tiene claro Leopoldo Ginard, de La Botana (calle Brondo), que no abrirá el jueves. Y ninguno de los bares con entrada por esa calle peatonal. Una de las salidas del restaurante (especializado en comidas de grupo y que cualquier año por estas fechas tendría reservadas mesas para las ‘comidas de empresas’ y grupos) da a unas galerías que son privadas y no de titularidad municipal. Habitualmente, hasta el año del coronavirus, había una mesa o dos fuera. «Pero era las que utilizaban quienes comían dentro y salían a fumar o a tomarse el café», precisa Ginard, que añade que «no nos queda otra opción que cerrar y esperar». Ha llegado a plantearse, «como posibilidad», apostar por el llamado take away, la comida para llevar, pero «de momento» lo ha rechazado. «No tenemos medios y se perdería el trato personalizado y la calidad de la comida». El restaurante vecino, El camino, cerró el 24 de noviembre y sigue cerrado. En el Azabache, de perfil similar a La Botana (grandes salones y especializado en grupos y menús diarios), también se ha optado por el cierre «hasta después de Reyes», según explica su propietario. «Tengo dos mesas y no puedo añadir más», comenta Moisés Ferrero. «He leído que cerrarán el cincuenta por ciento de los bares y restaurantes; yo creo que pasarán del 80%», dice.

Encargados y propietarios de bares y restaurantes fueron avisando ayer a su clientela fiel. Otros lo hacen a través de las redes sociales: el bar Flexas difundió ayer un mensaje en Instagram donde se hacía constar que «debido a las circunstancias y medidas improvisadas» (en clara alusión a la normativa del Govern) , el local cerraba «por el momento».

Poca gente, este martes, en uno de los tres Can Joan de s’Aigo. Especializado en cafés, ensaimadas y cuartos, se ha planteado si cerrar o no durante la fase 4 que se inicia mañana al no disponer de terrazas. De sus tres locales, cerrará uno, el de la calle Can Sanç, el primero que abrió en el año 1700. Explica Leonor Vich que al no tener terraza consideran que la prioridad es la salud pero que también son conscientes de que de cara a la Nochebuena, muchas familias toman ensaimadas y cuatros. Los locales de Baró Santa Maria del Sepulcre y Sindicat abrirán estos días pero únicamente para que la gente se lleve los pedidos a casa. En el futuro, si esto se alarga, también consideran el reparto a domicilio. Desde mañana, sólo habrá take away en Dave’s Diner cuenta Giovanni Guarinni. «Hoy ya ha venido muy poca gente».

Juan Muñoz, encargado del bar Gibson, no está nada conforme con «los cambios constantes» y si ya se quejaba de la normativa su preocupación va a más. Cruza los dedos. La clientela fiel, también. Aunque ese bar, como el cercano Glops, era el refugio de quienes buscaban barra e interiores.