Francina Armengol durante un acto. | Pere Bota

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La pandemia se está haciendo insoportable. Para todos. No hay que ser Pitágoras de Samos para concluir que los datos epidemiológicos empeorarán en los próximos días. El virus llega sin avisar y se manifiesta cuando le place. Habrá más contagios, más ingresos y más presión hospitalaria.

La tercera ola ya está aquí y la violencia con la que se está manifestando es el fracaso de todos. Del Govern de Armengol, claramente superado por la pandemia; de la oposición, invisible y raramente constructiva. Y también de los irresponsables.

En un plis plas, Armengol ha reinventado las restricciones que establecía el nivel 4 de las Medidas de protección para convivir con la COVID-19, un documento elaborado por su propio equipo y que, paradójicamente, ha quedado desfasado antes de aplicarse.

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El abuso de correcciones y la catarata de normas y contranormas está restando demasiada crediblidad a la gestión de Armengol. Nunca nadie se había medido a una pandemia de este tamaño, pero últimamente sus aciertos están siendo eclipsados por su obsesión por poblar el tablón de restricciones que raramente se cumplen.

En su batalla contra el virus, el Govern ha descuidado varios aspectos, entre ellos, la comunicación. Armengol ha reiterado tanto su mensaje que ha perdido calado y por el camino una excelente oportunidad para realizar una labor didáctica entre una población atónita, confusa y agotada a partes iguales.

En poco tiempo, Baleares ha pasado de tener al coronavirus relativamente controlado a convertirse en la comunidad líder en España en incidencia acumulada, un dato que fotografía en color la magnitud del fracaso.