Una mujer sostiene su bastón.

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Desde el mes de agosto sólo ve a su madre veinte minutos una vez cada mes y medio. Vive en una residencia de mayores de Palma. Son seis hermanos y el centro en el que reside sólo ofrece una visita a la semana por usuario. Esta ciudadana, que prefiere no revelar su identidad, denuncia que las personas mayores están pasando una calamidad con el confinamiento, «aunque entendemos que todo lo que se hace es para protegerlos». «Mi madre pasa muchas horas llorando, no tiene ganas de vivir», comparte, muy triste.

Este testimonio asegura que en el centro de su familiar se han hecho ya cinco cribados y no ha habido casos positivos. Las medidas actuales permiten a los residentes visitas diarias de una hora. No obstante, se adapta la norma a la capacidad del centro para cumplir con el régimen de visitas y, por ello, este sólo puede garantizar encuentros de 20 minutos a la semana para cada usuario, «en una sala, sin tocarnos, con distancia, medidas de higiene y tras firmar una declaración responsable», relata esta afectada, quien reconoce que estos meses «están siendo muy duros».

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Meses complicados para los residentes y también para sus familias. «Sabemos que se les quiere proteger, pero esto parece un secuestro. Llevan meses sin salir, sin pisar la calle. No les podemos ni acompañar al médico», añade.

Los familiares han pedido cambios a la dirección de la residencia, pero «ellos cumplen las órdenes». «Tras el estado de alarma podíamos verles una vez al día. Pedimos más visitas y que dejen de estar encerrados a cal y canto. Está siendo muy duro oírles llorar, así no quieren vivir», concluye.