Francina Armengol durante una reunión.

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Dentro del ensayo y error que marca la gestión de la pandemia de la COVID-19, casi nadie podrá negar que esta vez Armengol ha sido coherente. Si lleva tiempo peleando (¿?) con Madrid para poder controlar la llegada a Baleares de los viajeros nacionales, su decisión de facilitar pruebas PCR a los residentes (en su mayoría estudiantes) que vuelvan a casa durante el próximo puente es un acierto.

El Govern ha anunciado la puesta en marcha de un circuito exprés para agilizar la demanda de pruebas PCR, que serán voluntarias y gratuitas. Sus resultados también serán relativamente rápidos: 24 horas, según anunció la propia presidenta.

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Evidentemente, se trata de un parche de urgencia. De una medida provisional -y lógica- para intentar reducir los riesgos que conlleva la movilidad a gran escala, aunque la asignatura pendiente de Armengol sigue siendo convencer al ministro Illa de que Baleares necesita visitantes para reactivar su economía, pero también ser un destino seguro.

Desde hace varios días, cualquier viajero extranjero debe llegar con una prueba PCR bajo el brazo y no aplicar el mismo protocolo para los nacionales escapa a cualquier lógica. Armengol cree que lo conseguirá. Igual es el regalo de Navidad.